Hacía varios años que no tenía la fortuna de viajar a la Isla Bonita, lo hice meses antes de que el volcán llegara pidiendo paso y rugiendo con fuerza, cubriendo con un manto de lava lo que encontraba a su paso.
No pude ir a verlo en su esplendor, pero aún así, al llegar al municipio de El Paso y comenzar a descender por la carretera la imagen es muy distinta de lo que recordaba: solo se veía lava, casas sepultadas y aún se podía apreciar un hilo de humo que no termina de irse del cono volcánico del Tajogaite. Una imagen que se queda en la retina, que impacta en el alma al pensar en tantas personas que han perdido tanto, personalmente, materialmente y hasta sus recuerdos.
Carretera abajo todo era igual pero de pronto, entre la lava, se abre una majestuosa carretera nueva, varios carriles, con olor a piche nuevo, donde se entrelazan en distintos colores, que no tiene baches, que no tiene diques ni domos, como la lava que a sus lados se erige llena de vida.
Carretera para que los vecinos que, aún sin saber dónde van a vivir porque viven en casas prefabricadas, puedan transitar; millones de euros para que puedan pasear en su coche, aunque duerman en sesenta metros cuadrados una familia; porque por la carretera correrán guaguas, camiones, se harán miradores para gestionarlos empresas colocadas a dedo, igual que las excursiones, todo destinado a mejorar la vida del vecino… del que dejó allí sus ilusiones, su vida, sus recuerdos, sus amores, sus tristezas y hasta su hogar.
No hay municipio por el que pases que no se encuentre en obras civiles, carreteras principalmente, acondicionamiento de accesos, vallas, semáforos parando el tráfico, camiones; Tijarafe, Garafía, Fuencaliente tienen también sus entrañas abiertas, no de lava reciente, pero sí de piche, y obras civiles que los vecinos soportan diariamente; y preguntas, “están de obras”, y mirando al infinito, con los ojos hastiados de tanta sin razón, con la voz baja y el cante palmero, solo pueden decir: “Nos cuentan que es para el turismo que va a venir”.
En otras zonas donde las plantas florecen y los pájaros cantan comienzan a “abrirse” a los vecinos, y llegas a su playa, Puerto de Naos, y el alma vuelve a sufrir otro impacto, otra sin razón, como es que gases tan tóxicos no hayan matado una palmera o un pájaro… seres vivos… pero todo sigue cerrado; quizás sea que no hayan podido construir un mejor acceso que haga que todo sea más cómodo para que el vecino pueda transitar sin baches, entre lava y piche, sin tóxicos.
Y es que empezamos a aprender nuevos conceptos que unen y van mejor: “lava y piche” en la Isla Bonita, donde aún huele a helecho y a humedad, donde corre el agua y la vida sigue en su esplendor.
