Lo cierto es que Thomas Jolly, el responsable del montaje teatral de los Juegos de París, la cagó. La ciudad de la luz, la ciudad del amor, no se merecía este esperpento. Bueno –como decíamos ayer– para la reivindicación del Sena, un río primero romántico y luego apestoso, depuradas ahora sus aguas sagradas para dedicarlas a la competición. El día en que se lanzó al agua Anne Hidalgo, la gaditana alcaldesa de París, todavía flotaban truños en el agua, la depuración total llegó después. Da igual; que se sepa, salió ilesa. Jolly organizó una especie de gala drag-queen de Las Palmas en el famoso Puente del Alma y aledaños, con un tío que cantaba, o eso decían, vestido de azul y una Lady Gaga con can-can y plumas. Y Celine Dion se salvó de la quema porque se olió la jugada y se refugió en la Torre Eiffel. Los católicos se preguntan que por qué Jolly ridiculizó la Última Cena y no el turbante de Mahoma o el medio coco israelí. ¿Razón?: Jolly le tiene miedo a los musulmanes y es judío, o sea que en vez de una les doy dos razones. Los católicos, por lo general, no reaccionan violentamente a las ofensas, ya tuvieron bastante carnaza los viejos cristianos en las Cruzadas, llenas de reyes que cortaban cabezas de musulmanes y las colocaban en las picas de sus lanzas. Bueno, el mundo siempre ha sido el escenario de una violencia bestial, porque los hombres se convierten en bestias cada vez que les dan la oportunidad. Y luego está el mariconeo moderno, al que se ha agarrado una legión de gente, ese mariconeo de locas culonas mezcladas con mariquitas insoportables que componen una fauna de la que uno acaba hartándose, pero por pesados, porque pintorescos y entrañables sí que me parecen. Tomás Jolly, ese coreógrafo y director francés nacido en Ruan en 1982, es el responsable del desaguisado, que ha puesto a París en boca de todo el mundo. A lo mejor es eso lo que se pretendía y, si es eso, me quito el sombrero. Oiga, siempre nos quedará París, que es una frase legendaria de la película “Casablanca”. A mí, en vez de las gordas drag-queens y de los mariquitas de medio pelo, mariquitas recosidos, me habría gustado más ver en las orillas del Sena, ya limpito, los rostros de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, recreando aquella escena en medio de la niebla del aeropuerto de Casablanca. Y Rick y el prefecto francés caminando hacia ninguna parte, en medio de la neblina, con aquella frase memorable: “Este puede ser el principio de una gran amistad”. Lo dicho, siempre nos quedará París, pero París de la Francia no es como la ha cantado Jolly, que se ha pasado tres pueblos. La cagó. París es otra cosa. París bien valía una misa, hasta ahora. Ahora será recordada como la ciudad de las culonas y de los mariquitas recosidos, a orillas de un Sena, eso sí, más limpio.
martes, 29 abril,2025