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sábado, julio 6, 2024

Don Avariento Del Ta Cañón

Había una vez un empresario llamado Don Avariento Del Ta Cañón, conocido por ser tan agarrado que hacía llorar a los céntimos de euro. Su misión en la vida era acumular fama, prestigio y poder -hasta ahí, todo perfecto y merecedor de aplauso-, pero con una peculiar filosofía: invertir lo menos posible y pagar a sus empleados con sueldos dignos de la era medieval. Decía que los billetes le daban alergia al salir de sus manos.

Don Avariento tenía una oficina que parecía un museo de la austeridad. Los escritorios eran de la época de Cristóbal Colón y las sillas, perfectas para una película de terror. La única cosa nueva era la caja fuerte, que no abría ni en emergencias. «Ahorrar es ganar», repetía mientras sus empleados trabajaban con ordenadores que aún usaban disquetes y Windows 3.1

Un día, contrató a un amañado apodado El Macgyber, al que pagaba un sueldo que haría llorar a un becario. Francisco, así se llamaba éste artista de la tecnología, logró mejorar los sistemas de la empresa con un destornillador, cinta adhesiva y mucha imaginación. Don Avariento estaba encantado: «¡Estos millennials son mágicos! ¿Para qué gastar en equipos nuevos?».

En las reuniones, Don Avariento siempre insistía en que el café se sirviera en vasos reutilizados y que las luces se apagaran al mínimo. «La oscuridad fomenta la creatividad», afirmaba. Aunque la verdad es que prefería ver los balances a oscuras para no desmayarse.

Sus empleados, más creativos que nunca, comenzaron a llamar a la oficina «El Monasterio». El motivo era obvio: trabajaban con votos de pobreza. Pero el patrón, ajeno a los murmullos, soñaba con dominar el mercado sin gastar un puto euro de más.

Un buen día, decidió que necesitaba un lema para su empresa. Tras mucho pensar, optó por uno que definía a huevo su filosofía: «Ahorra hoy, gana mañana». Los empleados sugirieron en broma cambiarlo a «Sobrevive hoy, trabaja mañana», pero claro, eso no era muy motivador.

Las llamadas telefónicas con Don Avariento eran un festival de ahorro. Si la conversación duraba más de tres minutos, cortaba la línea y mandaba un whatsapp. «Las palabras cuestan menos que los minutos», decía con orgullo.

Hartos de la miseria y sin perspectivas de mejora, los empleados se unieron y lanzaron una campaña secreta: «Adopta un Empresario». La idea era conseguir que el jefe entendiera la importancia de invertir en su gente. Colocaron carteles con su foto y el eslogan: «Con tu donación, podrá pagar sueldos dignos Avariento Del Ta Cañón».

La campaña se viralizó y, sorpresivamente, recibió donaciones. Fue entonces cuando, al verse en el ojo del huracán mediático, tuvo que reconsiderar su política. Decidió invertir, meter un poco más de pasta en la empresa, y aunque seguía siendo el puñetero rey del ahorro, subió un pelín los sueldos y la oficina recibió algunas mejoras.

Así, sin perder su esencia, el señor Del Ta Cañón aprendió que, a veces, gastar un poco puede ser la mejor inversión. Y los empleados, por fin, pudieron disfrutar de una luz que no les dejara ciegos y de un café que no supiera a sueldo bajo.

Don Paco
Don Paco
Colaborador de elburgado.com

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