No aspiro a recibir la Medalla al Mérito Civil, el Premio Nobel de la Paz, la Medalla de Oro de la Cruz Roja, una Medalla Olímpica (de oro, plata o bronce), el Premio de la Asociación Española contra el Cáncer, el Premio de Literatura Juvenil Reina Sofía…
No me ilusiona un premio Grammy, un Oscar o un Goya; el Premio Nacional de Literatura, el Premio Planeta o el Premio Cervantes; el Premio Príncipe de Asturias de Literatura, el Premio Canarias de Comunicación, la Medalla de Oro de la Asociación de la Prensa, el Premio de Periodismo «Leoncio Rodríguez» o el Premio Ondas. Tampoco deseo recibir las Llaves de la Ciudad de Miami, ser nombrado Hijo Predilecto de Santa Cruz de Tenerife, Miembro de Honor de la Peña Salamanca, Esclavo del Cristo de La Laguna o Príncipe del Carnaval.
No ambiciono la Bota de Oro, ser el Triunfador de la Feria de San Isidro, ganar Wimbledon, obtener un premio de la Asociación Tinerfeña de Periodismo Deportivo, ser Famoso del Diario de Avisos, recibir el Plato de Oro de la Gastronomía… ni tampoco el Teide de Radio Club. Lo que realmente quiero es ser galardonado con el «Gorila de Oro» de Loro Parque, y que me entreguen tan alta distinción en los salones del Cabildo de Tenerife.