Con el verano, el tedio; y con el tedio, la lectura como cura infalible. Acabo de empezar a leer unos textos que estaban ocultos por el tiempo, unos textos de Julio Camba, sus crónicas parisinas, recopiladas en una edición de Ricardo Álamo en la editorial Renacimiento. Han titulado el libro “París”, y me parece bien. Son crónicas escritas entre 1909 y 1910 para el diario El Mundo. Artículos inéditos para un libro, que no para el periódico, que los publicó, por supuesto. Una época apasionante. Fíjense, se acababa de morir, como quien dice, Toulouse-Lautrec, que era un enano genial, educado e imaginativo, muy digno protagonista secundario de la vuelta al pasado de la película de Woody Allen, “Midnight Paris”. Qué pena que Camba no hubiera conocido a Toulouse, me habría encantado un diálogo entre el genial pintor de Albí y el solitario del Palace. Dos vidas apasionantes. Julio Camba vivió y casi murió en una habitación del madrileño hotel Palace, desde donde alguna vez salía a almorzar, cuando lo invitaban, con personajes como César González-Ruano, que también tuvo su París, y su cárcel de París, la de Cherche-Midi, seguramente por traficar con obras de arte arrebatadas a los judíos. La Gestapo lo trincó.
Allí escribió un poema muy hermoso, que bautizó con el nombre de la prisión nazi. Leer a Ruano, y leer a Camba, son dos delicias, así que yo me he decidido por “París”, lo último que se ha editado del escritor de Villagarcía de Arousa, uno de los genios españoles de la crónica de todos los días, un hombre extraordinariamente culto y leído. “Siempre nos quedará París”, le dijo Rick a Ilsa en la peli “Casablanca”. Vuelvo al presente, si ayer les decía que Dani Alves se dio un garbeo por el Centro Comercial La Villa, hoy les diré que también estuvo paseando por La Laguna y que se interesó por un cuadro de Carmen Cólogan colgado en su exposición del Instituto Cabrera Pinto, organizada por su mentor, Carlos Díaz-Bertrana.
El último libro editado de los Artistas Canarios está dedicado precisamente a Carmen Cólogan, cuya pintura a mí me encanta. Carlos Díaz-Bertrana, recuperado de su no/dolencia, está de veraneo en Las Palmas, su tierra natal. Dani Alves permaneció un buen rato admirando los cuadros de la pintora y se fijó en uno, que probablemente habrá comprado, pues no se separaba de él. La Laguna es en estos días un hervidero de gente. El otro día me invitaron a almorzar en La Reserva, un restaurante lagunero en La Concepción, esquina Herradores, en el que se come francamente bien. Hasta el punto de que voy a repetir. Javi, su dueño, un experto enólogo además, nos atendió estupendamente a Raquel, a Begoña y a mí. Vale la pena. Hay un pescado metido en una especie de trucha de las de antes que está realmente exquisito. Y unos quesos que no desmerecen. Se están abriendo cosas muy buenas en Santa Cruz y en La Laguna y hasta el Puerto de la Cruz, que era un muerto, está renaciendo de sus cenizas. Yo sigo aquí, leyendo “París” y dejando que entre el aire fresco del mar portuense por la ventana. El otro día, a las seis y media de la mañana, a veinte metros de mi balcón, una discusión, una agresión, patadas, puñetazos, gritos, una paliza, gente que corría, mucho alcohol, quizá también droga, cuatro coches de policía, una ambulancia. Violencia de género, parece. Y yo que pensé que vivía en un remanso de paz.