Cuando el cerco se haga ya insoportable, el pequeño dictador caerá. Y entonces comenzará la huida de sus fieles. Las primeras en abandonar el barco serán las ratas de la televisión oficial, las ratas que sirvieron para propagar una España llena de odio, partida en dos, con un extraño afán cotidiano de resucitar los enfrentamientos que estaban enterrados o dormidos en el tiempo. Los durmió una medicina llamada Constitución, que en 1978 un grupo generoso de individuos de la izquierda y la derecha española redactaron sin rencores. Una Constitución que permitió la reconciliación, de la que ya muchos no se acuerdan porque o no habían nacido o viven más cómodos sin ella. Esta democracia no se la va a cargar ni Sánchez ni nadie, ni el Estado de Derecho tampoco, porque España, con sus cosas, es un país inteligente y acabará autorregulándose. Sánchez y su panda tendrán que pagar por lo que están haciendo, en medio de una maraña de imputados que van desde Ábalos a la mujer del presidente, pasando por un fiscal general y una asesora de La Moncloa. Los que más van a correr son los tertulianos y después los pocos catalanes que organizan una manifestación contra el rey a la que asisten 80 personas, porque la mayoría de los catalanes están hasta las pelotas de los otros catalanes que inventaron la independencia que les duró quince segundos. El ridículo no va a olvidarse, pero Cataluña es España, lo quieran o no lo quieran los 80 que fueron a poner a caer de un burro al rey de todos los españoles. Sánchez tendrá que rendir cuentas porque lo suyo no es normal, se ha pasado mil pueblos, y entonces se investigará al verdadero Sánchez: quién es, de dónde salió, dónde ha trabajado, cuáles son sus orígenes y sus intenciones, cómo llegó tan alto y con qué y qué es lo que realmente quería. Y hasta Felipe González creo que ha dicho que si él da un nombre se acaba Sánchez. Que lo dé, porque el PSOE no merece este calvario. El Partido Socialista Obrero Español es verdad que fue cobarde cuando Franco, al contrario que el Partido Comunista, que no lo fue, pero después de Franco se tornó en un partido de Estado, con hombres de Estado gobernándolo y no con esbirros de la ilegalidad, que lo tienen hundido en la miseria, con niñatos e iletrados que se han colado en los ayuntamientos y en los gobiernos autónomos y en las instituciones en general. Todo eso se acabará más pronto que tarde, volveremos a tener una sola España, como en la bendita Transición, y el espejismo de ahora pasará a la historia negra de este país como un suspiro. ¿Saben lo malo? Que la derecha tampoco existe y que tiene que refundarse. Porque hay en ella carcamales, bobos irredentos, memos inconmensurables e incapaces de aportar una sola idea. Confiemos en que surja alguien, en un lado o en otro, que termine con este calvario. Será difícil, pero aquella vez apareció, de la noche a la mañana, gracias a la prodigiosa visión de un rey que sólo se equivocó con la bragueta, un hombre llamado Adolfo Suárez que lo consiguió. Yo tuve el honor de estrechar varias veces su mano. Y vaya que si apretaba el tío.
sábado, 17 mayo,2025
