Caraduras redomados

Ni al que asó la manteca se le ocurre meter en un mismo decreto/saco el desalojo de los okupas, las ayudas a la dana de Valencia, la subida de las pensiones y las subvenciones al transporte de cercanías. Y más cosas. Eso es de idiotas, no de vivos, si acaso de caraduras redomados. Están ya tan acostumbrados a la trampa que se han vuelto esquizofrénicos de ella, dependientes del truco, son tahúres de la política, malnacidos que viven de la emboscada, como aquellos bandoleros que cabalgaban por los caminos de la vieja Andalucía cuando nos invadió Napoleón.  Ni siquiera los puedo llamar Curro Jiménez, porque Curro, en la serie televisiva, repartía algo entre los pobres y se bebía el resto, pero estos se lo meten todo en el bolsillo. No digo nada si resulta cierto lo de la cuenta de Begoña Gómez, la esposa del sátrapa, en Santo Domingo, con un saldo de seis millones de euros. ¿Pero qué está pasando aquí, en esta familia de zafios y de presuntos bandoleros? Un decreto ómnibus es un fraude, pero en este país si delinque gravemente el fiscal general del Estado no tiene nada de particular que haga trampas, igualmente graves, el ministro de Justicia, que elaboró el famoso decreto, ni tampoco que el presidente del Gobierno se proponga ir a visitar a un delincuente que está huido de España, nada más y nada menos que para pactar con él cesiones injustas a Cataluña y negociar con el fugado los presupuestos generales del Estado. Para mantenerse en el puesto. Es decir, que el presidente le concede patente de interlocutor a un delincuente huido de la justicia de su país y amparado por una Europa que se ha vuelto loca y que no es capaz de ejecutar una orden de detención emitida nada menos que por el Tribunal Supremo de un país miembro. A mí no me queda mucho en este mundo, no porque esté enfermo –que nadie se ponga a batir palmas— sino por lógicas razones de edad, pero tengo la impresión de que este caradura irredento que preside el Gobierno, envejecido y arrugado su rostro por la urdimbre, se carga España… si llega al final del mandato. Ha convertido su Gobierno en una banda de tramposos, de jugadores fraudulentos que son capaces de usar como escudos humanos a quienes, al final de nuestras vidas, vivimos de una pensión ganada a pulso con nuestro esfuerzo. No hay derecho y a Sánchez y al sanchismo, a esta especie de salteadores de caminos, no hay que esperar a que los juzgue la historia, sino que es preciso que los tribunales de justicia, en los que creo, los siente en el banquillo; pero más pronto que tarde. Para que yo y millones de personas de mi edad podamos verlo.