Begoña Garbo

En el congreso del PSOE de Sevilla, Begoña Garbo, hija de Sabiniano, el de las saunas gay, que en paz descanse, se paseó como una modelo por las pasarelas socialistas, mientras cientos de pelotas subvencionados, incluso algunos periodistas del régimen, la saludaban y la felicitaban pero no sé por qué. Acaso por ser una presunta delincuente. Pedro Sánchez la llevó para lucirla, como una clavellina en su ojal, mientras la masa subvencionada criticaba a los jueces y respaldaba al amado líder, ataviado con la eterna chamarra de cuero de los mítines socialistas. Hay estereotipos que te producen un nudo en el estómago. Ninguno de los socialistas históricos acudió al congreso, porque no soportan a Sánchez, ni a su presunta delincuente esposa, ni a los chupones recogesobres que lo rodean. Había que aclamar al amado líder y lo hicieron los presentes, aunque como dice Almeida, a lo mejor el próximo congreso socialista habrá que celebrarlo en Alcalá-Meco. Fue una mascarada en toda regla, sin debate interno, sin corrientes discrepantes, atentos todos a la superioridad y todos los compromisarios subvencionados en el primer tiempo de saludo cuando apareció en el escenario, en loor de multitudes, el presunto jefe de la trama. Todo ello muy bonito y que habla muy bien del pozo en que ha caído España, mientras se quedan por el camino los que no han sido leales. Estuvo también el chavista Zapatero, ahora rico propietario y antes quien inició la muerte del PSOE. Begoña Garbo, como en sus tiempos hizo Greta en las pasarelas de los Oscar, repartía caricias y sonrisas, que pronto serán lágrimas, entre los presentes. Sánchez parece que ya no es nadie sin su Pichona y como premio a sus malas artes, naturalmente presuntas, lleva a su Pichona a todos los saraos, a todos los viajes, a todos los lugares donde pueda ser como Greta Garbo. Y un congreso socialista entregado y vendido al jefe es un escenario ideal para pasearla, mientras la concurrencia dice que todos son inocentes y que los culpables con los jueces, los fachas y todo bicho viviente que no venere al amado líder, a quien Dios –o quien sea— guarde. Este tipo sigue huyendo hacia adelante, pero lo complicado es saber cuántos kilómetros le quedan hasta que los mismos que hoy le aclaman lo echen a la calle.