El Consejo de Gobierno de la Universidad de La Laguna acaba de dar luz verde a una nueva pieza de su oferta académica: los microgrados, que buscan ofrecer formación más flexible y especializada sin obligar al alumnado a embarcarse en un segundo grado completo.
Se trata de una enseñanza propia de entre 24 y 36 créditos. Está pensada, sobre todo, para que estudiantes ya matriculados en un grado puedan complementar su formación con competencias diferentes a las de su titulación principal. Para cursarlo habrá que estar, como mínimo, en segundo curso y tener 60 créditos superados.
Cada microgrado se construirá a partir de asignaturas obligatorias u optativas que ya existen, de modo que no se crea una oferta paralela, sino recorridos específicos que reordenan la docencia ya vigente.
Además, estos títulos no se reservan únicamente al estudiantado actual, sino que estarán abiertos a personas egresadas que quieran reforzar o reorientar su perfil y a profesionales que puedan acreditar experiencia en el ámbito del microgrado.
Ventajas
Aunque el término “microgrado” es propio de la ULL, su espíritu se conecta con la ola internacional de microcredenciales, basadas en formaciones cortas, que certifican habilidades concretas y que muchas instituciones, así como la propia Unión Europea, están impulsando como vía para el reciclaje profesional continuo.
La principal ventaja es la posibilidad de personalizar el itinerario académico. Un estudiante de una ingeniería puede reforzar competencias en sostenibilidad y otro de Humanidades puede adquirir nociones de gestión cultural o competencias digitales.
Organismos empresariales y expertos en educación coinciden en que esta nueva modalidad ayuda a documentar habilidades específicas ante las empresas en un mercado laboral donde se valoran perfiles híbridos y actualizados.
Para el estudiantado canario, esto puede traducirse en mejores opciones de inserción laboral sin necesidad de abandonar las islas: se pueden sumar competencias muy demandadas (idiomas, análisis de datos, comunicación digital, salud, transición ecológica…) mientras se termina el grado.
Además, para egresados y profesionales, el microgrado ofrece una vía de actualización relativamente corta y acotada en el tiempo.
Al apoyarse en asignaturas ya existentes, los microgrados permiten explotar mejor la docencia y el profesorado disponible, sin el coste de crear títulos desde cero.
Inconvenientes
Aunque el potencial de los microgrados parece positivo, hay algunos interrogantes. Algunos expertos alertan de que no se puede caer en una “atomización” del conocimiento: acumular microcredenciales no sustituye la profundidad de un grado o un máster completos.
En cualquier caso, sumar 24–36 créditos a un grado ya exigente implica más horas de estudio. Sin una buena planificación, algunos estudiantes pueden sobredimensionar su carga lectiva, alargar su permanencia en la universidad o ver resentido su rendimiento.
Aunque la experiencia en otros países hacer creer en su potencial para mejorar la empleabilidad, es imposible saber cuál será su impacto real en el acceso al empleo y en la inclusión de colectivos con más dificultades. El valor que el empresariado canario otorgue a estos microgrados será decisivo para que no se queden en un mero adorno curricular.
Si la ULL logra combinar precios asumibles, una oferta alineada con las necesidades del tejido productivo canario y una buena orientación al alumnado, los microgrados pueden convertirse en un impulso importante para reforzar competencias sin tener que empezar de cero ni marcharse fuera.
Habrá que ver primero que acogida tiene entre los alumnos, ellos serán los jueces de una iniciativa que sobre el papel tiene muy buena pinta.
