Más de 1.000 detenidos, trece muertos y un número indeterminado de heridos durante las manifestaciones en Venezuela, según datos recabados por medios venezolanos, casi todos en el exilio.
Según estos medios, Maduro está “fabricando” actas electorales para presentarlas ante la opinión pública, pero es tan bruto, y tan brutos sus colaboradores, que lo único que pueden provocar es otro fraude y ya serán dos. La oposición tiene las originales y basta una mera comprobación para demostrar el otro fraude, tras el primer recuento.
El Centro Carter, autorizado como observador por el propio régimen chavista, se ha dado por vencido y ha dicho que las elecciones no han sido democráticas y que Maduro debe demostrar que ganó, entregar el poder o volver a celebrar elecciones, como una tercera vía.
Los principales gobernantes de Latinoamérica siguen hablando de elecciones con resultados fraudulentos y denunciando la represión de Maduro contra los opositores. Como no podía ser menos, el ministro de Defensa y hombre fuerte del Ejército, general Padrino López, sigue soñando con una conspiración de la extrema derecha. ¿Pero qué extrema derecha?
Maduro parece haber perdido la razón. Anoche, desde Miraflores, se dirigió a “una multitud” que no eran más que quinientas personas, pero las cámaras de Venevisión se encargaron de estirar la asistencia, con el viejo truco de los tiros de cámara. Nada que no se sepa.
Venezuela es hoy un pueblo agotado, pero ahora Maduro se empeña en detener a la pareja ganadora, Edmundo González, a quien Maduro llama “señor cobarde” y María Corina Machado, a quien llama (simplemente) María. Sobre todo tiene una auténtica obsesión con esta última.
Durante el discurso, Maduro pedía consejo a su mujer, Cilia Flores, situada junto a él. Era ella quien parecía tener el guion de una intervención deslavazada, absurda, llena de mentiras que ni él mismo se cree, buscando el aplauso fácil. Ni siquiera tenía su intervención el vigor de las de los dictadores tradicionales, tipo Castro, tipo Daniel Ortega.
Maduro parece haber perdido totalmente los papeles. Y otros gerifaltes también. El propio general Padrino, que antes de las elecciones alababa el papel del Centro Carter ahora lo critica en cuanto éste ha cuestionado la legalidad de conteo de los votos, calificando los comicios de nada democráticos.
En Estados Unidos se temen un nuevo proceso migratorio masivo. 800.000 venezolanos han entrado ilegalmente en el país durante los últimos años de la dictadura de Maduro y el proceso parece imparable.
El propio Donald Trump se ha referido a estas elecciones como vergonzosas y los demócratas en parecidos términos. De todas formas, los medios americanos, obsesionados con sus propias elecciones de noviembre, no han dado la necesaria cobertura a lo que está sucediendo en Venezuela, que puede abocar al pueblo a una guerra civil, aunque unos disparen, porque disponen de armas, y los otros lancen ladrillos. Puede producirse una carnicería.
Aunque dos juezas cursaron órdenes de detención contra Corina Machado, a instancias del fiscal general, ni el Sebin, la policía política, ni la Guardia Nacional se han atrevido a acatarlas. A la hora en que escribo las revueltas continúan en Caracas y en otras ciudades del país, mientras la multitud intenta evitar las detenciones de personas inocentes, que se manifiestan en paz aunque desafíen la autoridad de la policía chavista.
Se han producido incidentes, entre ellos el derribo de cinco estatuas de Hugo Chávez, otra del indio Coromoto y una tercera del beato José Gregorio Hernández, lo que fue criticado ayer por Maduro en su discurso, indicando además que los autores están siendo detenidos.
