Sánchez ha logrado convencer a los catalanes de derechas para coger por los pelos el decreto ómnibus y dejarlo reducido a lo mínimo, después de haber rechazado la derecha unida más de cincuenta de las viejas propuestas contenidas en él.
Lo que nos interesa: se vuelven a activar las ayudas al transporte de cercanías, también las que se anuncian repetidamente pero nunca les llegan a palmeros y valencianos (o les llegan con cuentagotas) y la subida de las pensiones. A la máxima pensión posible, unos 3.000 euros en números redondos, la cantidad que le aumentan son unos ochenta euros, lo cual es una insignificancia. Imaginen a las más bajas, entre 20 y 25 euros. Y para eso, tanto jaleo.
A cambio, Sánchez deberá tramitar –y presentarla, suponemos—una moción de confianza en el Congreso, porque de lo contrario Junts, la derecha independentista catalana, no apoyaría el nuevo decreto (tiene un mes desde que le dé el visto bueno el Gobierno), decreto ómnibus que tendrá que ser examinado –es un trámite absurdo— por el Consejo de Ministros presidido por Sánchez. Entrará en vigor desde que lo publique el BOE.
Más tarde vendrán más exigencias de Junts, como por ejemplo la visita de Sánchez al delincuente Puigdemont en Waterloo o en Suiza y una serie de prebendas económicas para el partido de la derecha independentista catalana. Sánchez, definitivamente, es el rehén del prófugo, su seguro de vida, una postura vergonzante para un presidente del Gobierno de España.
Pero esto a Sánchez le da igual, con tal de seguir en el cargo. El PP, mientras, está preocupado porque el papa Francisco nombre obispas para combatir a Trump, tarea que le ha encomendado a Esteban González Pons, a punto de ser consagrado obispa por decisión papal, ya que es notorio que al papa Francisco tampoco le gusta el del pelo naranja agria.
Mientras, en este mundo de locos, la vida sigue en España. Sánchez apenas sale de La Moncloa, pero se empeñó en su decreto ómnibus y lo sacó, con cincuenta propuestas menos y con un Congreso Frankenstein que se le tambalea día tras día. No cae estrepitosamente en las encuestas, pero baja poco a poco.