La figura de Bashar al Asad, que durante más de dos décadas gobernó Siria con mano de hierro, ha pasado oficialmente al exilio. Tras semanas de intensos combates en las cercanías de Damasco y el avance imparable de las fuerzas rebeldes hacia la capital, el líder sirio abandonó el país en un operativo nocturno que marca el fin de una era y deja a Siria en un incierto futuro.
Médico, formado en Inglaterra, especializado en oftalmología, casado con una banquera árabe que habitualmente reside en Londres, Bachar al Asad heredó de su padre el control absoluto de la nación siria, una dictadura atroz, muy al estilo del mundo árabe. Fue incluso más cruel que su progenitor, a pesar de su educación occidental y de haber vivido de cerca la democracia británica. Es evidente que lo bueno se olvida pronto.
La caída del régimen comenzó a gestarse meses atrás, cuando una coalición de rebeldes y facciones opositoras, apoyadas por potencias extranjeras, retomó territorio clave en el norte del país. Con las fuerzas leales a Asad diezmadas y enfrentando crecientes deserciones, su Gobierno se vio aislado tanto política como militarmente.
Según fuentes locales, la fuga del mandatario ocurrió la noche del 29 de noviembre, acompañado de su círculo más cercano y bajo la protección de un convoy militar. Otras fuentes apuntan que el avión presidencial partió de Damasco el mismo día de ayer. La transición pacífica será difícil: en Siria manda ahora mucha gente.
El avión presidencial despegó del aeropuerto de Damasco rumbo a Moscú, donde se presume que Asad ha recibido asilo político ofrecido por su aliado, el gobierno de Putin. Otras fuentes lo situaban en Teherán, pero finalmente voló a Moscú. En un comunicado, Irán había justificado su acogida como un “gesto humanitario” y criticó la intervención de potencias extranjeras en el conflicto sirio.
Mientras tanto, en las calles de Damasco, las celebraciones y el caos se entremezclan. Multitudes se congregaron en plazas centrales derribando estatuas y símbolos del régimen, mientras otras áreas reportan saqueos y enfrentamientos entre distintas facciones rebeldes. “Hoy marca el fin de una tiranía, pero también el inicio de un desafío monumental para construir un futuro mejor”, afirmó un líder opositor desde Estambul.
La comunidad internacional observa con cautela. Naciones Unidas ha pedido una transición pacífica y la creación de un Gobierno inclusivo que represente a todas las comunidades sirias. Sin embargo, el panorama es incierto, con grupos rebeldes enfrentados y el temor de que el vacío de poder pueda ser aprovechado por fuerzas extremistas. Siria está inmersa en otra guerra civil.
Bashar al Asad deja un legado marcado por una guerra civil devastadora que ha causado cientos de miles de muertos y desplazado a millones de personas. Su exilio, aunque esperado, representa un capítulo histórico en Oriente Medio, mientras Siria enfrenta el reto de reconstruirse tras años de destrucción y divisiones internas.