No le echen la culpa a los jueces, porque los jueces tienen las manos atadas por las leyes. Los okupas son consecuencia de la tolerancia impresentable de un Gobierno con quienes usurpan la propiedad de los demás, que propicia la redacción de leyes injustas con la complacencia y la desfachatez filocomunista de etarras, independentistas y socialistas, una fauna que ya puebla la política española y que encamina el país a la destrucción. Mi tierra, Cataluña, está llena de okupas y ya supone un peligro para el propietario una propiedad de la que el dueño no esté atento: se le meten dentro y, para sacarlos, hay dos soluciones: acudir a la disculpable desocupación pícara por parte de una empresa especializada o esperar eternamente a que resuelva un juez, generalmente con un trabajo insoportable en su juzgado y para el que la ocupación es un tema no esencial, entre tantos asuntos urgentes que tiene que resolver. Un año, mínimo, porque pueden ser dos. Lo que está ocurriendo en el barrio santacrucero de El Toscal traspasa lo tolerable.
Lo han invadido los okupas, que se han apoderado, casi siempre violentamente, de la propiedad privada, que molestan a los vecinos, que no guardan las mínimas normas de higiene y de convivencia ciudadana y que pronto la zona será un foco de infecciones. Algunos hasta se han empadronado en la propiedad de otros, vulnerando las leyes. Porque los okupas, por lo general, son bastante jediondos, como se dice por aquí. Y luego está la Policía. La Policía Nacional, la Local y la Guardia Civil hacen lo que pueden, en medio de una normativa legal, muchas veces interpretativa, que los limita y hasta los amenaza. Quienes se están hinchando son las compañías de alarmas, hasta el punto de que Movistar ya incorpora sus promociones de alertas cuando das de alta un móvil y otras compañías se han hecho millonarias a costa de la inseguridad que pagamos con nuestros impuestos y que nos tenía que estar asegurada por parte de este Gobierno insensato y de sus aliados, tan comprometidos con la permanencia de Sánchez en el poder. Las cosas, lamentablemente, no se arreglan con caceroladas, porque los gobernantes son insensibles, porque sus casas no son ocupadas y porque si alguien entrara en ellas saldría con una rapidez inusitada. Y, si no, hagan la prueba con el chalé de Galapagar, donde dicen que viven unos marqueses que ganan sueldazos, pero sueldazos, a costa de todos nosotros, que no tenemos chalets. Ni ganamos tanto como ellos.