“Mi corazón está desasosegado e inquieto mientras no descanse en ti”. Son palabras de San Agustín, uno de los grandes pensadores de la Iglesia Católica. Un teólogo que demostró su sabiduría en el relato que hacen los demás de su propia vida y al que siguen filósofos de todo el mundo y de todos los tiempos, porque su magisterio –incluso sus teorías– siguen vivos. El cardenal Robert Francis Prevost Martínez tiene lo mismo de norteamericano que de peruano y, mucho, de español. No será un continuador de Francisco en todos los extremos del pensamiento del anterior papa, porque su personalidad, más moderada, más moderna, más práctica, tendrá como resultado una Iglesia distinta, cercana a los pobres pero adecuada al siglo XXI. Francisco no pudo arreglar las finanzas del Vaticano. Francisco no pudo integrar a la mujer plenamente en la Iglesia, aunque sí avanzó bastante en ello. Está la cuestión del celibato, de la pérdida de la fe, sobre todo en Europa. Está el avance del Islam y su violencia. Este papa moderno, quizá el primer auténtico papa del siglo XXI, tiene una tarea en sus manos que es ingente y que habla de que la Iglesia es sabia y por eso ha resistido todos los embates producidos en más de 2.000 años. Habla también de que Europa lo está perdiendo todo, de que se encuentra en una crisis gravísima. Ni siquiera los cardenales europeos han sido capaces de elegir un pontífice del continente. Han escogido los electores al mejor, al más adecuado para desempeñar una tarea que será ingente y con la edad adecuada: no ha cumplido los 70 años. León XIV tiene en sus manos a 1.406 millones de creyentes en todo el mundo. Su autoridad moral es evidente para los católicos y no católicos del planeta; y este hombre, ahora papa, será mucho más que el jefe del Estado de un pequeño territorio dentro de Roma, desde Sant Angelo a Santa Marta. Tiene en sus manos el rumbo espiritual de una buena parte del mundo y sus palabras ahora valdrán lo que nadie imagina. Ha empezado su pontificado hablando reiteradamente de paz, que es un buen comienzo. Hace tres días, antes de comenzar el cónclave, El Burgado lo citaba como un posible sucesor de Francisco. Su nombre apenas había aparecido en las quinielas, pero nosotros teníamos noticias de Roma, del interior del Vaticano, que empezaban a darlo como un buen candidato. Quizá un día sepamos lo que pasó en ese Cónclave, pero desde luego todo tuvo que ser amable y sin lucha. Salió en la cuarta o en la quinta votación, posiblemente en la cuarta. Una elección corta. Dos días escasos, lo que significa que, en el Cónclave, quien entra papa sale cardenal. Hay grandes esperanzas con León XIV en el mundo católico. Y también en el orden mundial.
domingo, 25 mayo,2025