La llegada de pateras a las costas canarias sigue siendo incesante. El pasado domingo día 11 de junio, fueron rescatados 260 inmigrantes magrebíes y subsaharianos, entre ellos 16 mujeres, dos menores y un bebé, trasladados por embarcaciones de Salvamento Marítimo a Lanzarote y Fuerteventura. A esa cifra hay que sumar las embarcaciones llegadas en los dos últimos días. Tal es la avalancha y el desinterés por España y Europa, que es difícil encontrar noticias en los principales medios nacionales. No hay pronunciamientos, ni preocupación, ni mucho menos acciones con las que se atisbe esperanza en la solución del problema.
La crisis migratoria en las costas de Canarias ha alcanzado niveles alarmantes, evidenciando una falta de acción efectiva por parte de las autoridades españolas. Cada año, miles de africanos emprenden un peligroso viaje a través del Atlántico, impulsados por la desesperanza y la búsqueda de un futuro mejor en Europa. Sin embargo, la respuesta de España ha sido insuficiente y, en muchos casos, indiferente.
A pesar de las promesas y declaraciones públicas, la realidad es que las políticas implementadas hasta ahora no han sido capaces de frenar la tragedia humanitaria que se despliega en estas aguas. Las imágenes de cuerpos sin vida arrastrados por las olas y de embarcaciones sobrecargadas de personas desesperadas son una clara señal del fracaso de las medidas actuales. La falta de patrullaje adecuado y de recursos para el rescate es inaceptable en un país que debería estar a la altura de su compromiso con los derechos humanos.
La indiferencia no es una opción. Cada persona que se ahoga en el mar representa una vida truncada por la negligencia y la inacción. Las historias de quienes logran sobrevivir son desgarradoras: narran abusos, hambre, y un miedo constante a no llegar con vida a tierra firme. Es imperativo que se tomen medidas urgentes para mejorar la vigilancia y el rescate en estas rutas migratorias, pero también para abordar las causas profundas que empujan a tantos a abandonar sus hogares.
La cooperación con los países de origen y de tránsito debe ser una prioridad, no solo para gestionar los flujos migratorios de manera más humana, sino para crear condiciones que reduzcan la necesidad de emigrar. Sin embargo, la actual política migratoria europea, centrada en la disuasión y el cierre de fronteras, solo agrava la situación, obligando a los migrantes a tomar rutas cada vez más peligrosas.
La sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales han alzado su voz, demandando una respuesta más solidaria y eficiente. No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras cientos de personas mueren a las puertas de Europa. Es una cuestión de humanidad y de dignidad. Los líderes políticos deben dejar de utilizar la inmigración como arma arrojadiza en el debate público y empezar a implementar soluciones reales y compasivas.
En lugar de construir muros, necesitamos tender puentes. La inmigración no es un problema a erradicar, sino un fenómeno a gestionar con justicia y empatía. Los canarios, que históricamente han sido un pueblo acogedor, merecen ver sus valores reflejados en las políticas de su país. Es hora de que España y el resto de países de la Unión Europea asuman su responsabilidad y actúen con decisión para poner fin a esta tragedia continua en sus costas. La vida de miles de personas está en juego, y no podemos permitirnos seguir fallándoles.