Golfiante

Sánchez ha abierto el curso político en el Instituto Cervantes, que preside el comunistoide/socialistoide Luis García Montero, viudo de Almudena Grandes, la que fue escritora mimada por el socialismo (la estación de Atocha se llama como ella). El cinismo de Sánchez se elevó al cubo al decir que había Gobierno para tres años, sin presupuesto por dos años seguidos, con el país hecho unos zorros; y remató su faena con una frase lapidaria: “Más transporte público y menos Lamborghinis”. Lo ha dicho un tipo que se monta en un avión Falcon de la Fuerza Aérea para dar dos pasos, que ha disfrutado de un mes de veraneo a cuerpo de rey, casi siempre a costa de los españoles, que ha abusado a su favor de inmuebles y recursos del Estado que no le corresponden, cuya familia –esposa y hermano— son investigados por presunta corrupción y cuya imagen de dilapidar los recursos públicos trasciende fuera de nuestras fronteras. Ah, y que alquila un avión privado cuando no puede justificar el uso del público, a 7.000 euros la hora de vuelo, y se aloja en suites de 2.600 euros la noche en unas vacaciones con su investigada mujer. Ha dicho también que va a tupir a impuestos a los más ricos, en beneficio de las clases medias, cuando es el PSOE quien se ha cargado a la clase media española, sin piedad. El cinismo de este felón no tiene límites, arropado como estaba en el Instituto Cervantes por casi todos sus numerosos ministros, que le adoran como al becerro de oro. Más becerro que oro, aunque nunca se sabe. Y cuando España es el país con mayor presión fiscal de Europa. Si el pago en especies es una de las armas favoritas de represión al ciudadano de la Agencia Tributaria, ¿por qué no se cuenta como pago en especies a Sánchez el disfrute de La Mareta, con empleados incluidos? Lo que ocurre es que la Agencia Tributaria es también el arma arrojadiza del Gobierno contra los ciudadanos, en tiempos del PSOE y en tiempos del PP con el sinvergüenza de Montoro como ministro de Hacienda. Que aquí no se escapa nadie. Sánchez es un golfiante, al que no se le pone nada por delante. Un déspota y un tipo sin escrúpulos, que se ha puesto a España por montera y hace lo que le da la gana con ella. Vamos a ver lo que trama para el nuevo curso político. No lo echan porque quienes podrían hacerlo o son tan pusilánimes como Feijóo, o tan alocados como Abascal o tan bipolares como Puigdemont. Y, claro, así nos va. No tenemos otra cosa que la que nos merecemos.