Europa ha tenido que ser rescatada por Macron, que estaba en baja después de perder las elecciones, y por Starmer, que ya no pertenece a Europa, curiosamente, aunque sí a la OTAN. No hay líderes. Von der Leyen ha resultado ser una burócrata enamoradiza del tres al cuarto, los líderes de los países del Este adscritos a la OTAN no sirven y el Viejo Continente, fuente de todas las ideas de la Historia, se había quedado huérfano.
Rusia no se va a atrever con Europa, porque está muy desgastada. Sus jóvenes no quieren luchar, hartos de la matanza de la guerra de Ucrania, y Putin ha tenido que echar mano de los kamikazes de Kim Jon Il, el gordo norcoreano que ha enviado a sus peores hombres al matadero. Dicen que han muerto miles de ellos en las trincheras ucranianas.
No habrá guerra, pero ya era hora de que Europa reaccionara a las bravuconadas de Putin y de Trump, dos seres despreciables que se disputan la hegemonía mundial, como si el planeta fuera de ellos. Y la Unión Europea se rearma, por fin.
Más listos, los chinos, porque no andan con bravatas, no amenazan aunque significan otro peligro. Qué decir de la India, una de las economías más emergentes y más miserables al mismo tiempo.
Europa se ha quedado atrás, víctima de una gigantesca burocracia y de un ingente gasto de personal, en vez de organizarse para ser más fuerte y más combativa. Incluso se ha perdido el gusto por la cultura y la ciencia, merced a la actuación política deleznable de mediocres como Von der Leyen. Con ella Merkel se equivocó de plano.
Si no la sepulta su terrible burocracia, Europa, la vieja Europa, resucitará de sus cenizas, pero esto requiere tiempo, inteligencia, planificación y sensatez.
Macron y Starmer prometen, si hace falta, una fuerza de custodia para Ucrania. No creo que haya necesidad, pero ahí está la idea. Las negociaciones sobre este país es inconcebible que se lleven a cabo con sólo una de las partes sentadas en la mesa. ¿Cómo se llegará a un acuerdo en nombre del otro, sin su presencia? Una anomalía que encanta a Trump y a Putin que, en el fondo, son iguales: autócratas, dictadores y locos.