Llevamos unos años convulsos donde todo parece haberse ralentizado o, por el contrario, haber acelerado su propio proceso. Me decían en estos días que eso se debe al conocimiento: cuando conocemos algo y ya lo hemos experimentado nos parece que todo va más rápido, que fluye; cuando desconocemos algo o no lo hemos vivido el proceso es más lento porque lo estamos aprendiendo, saboreando.
Pues eso es lo que viene a ser la vida y lo que estamos viviendo, con la única salvedad de que aún tenemos la capacidad de sorprendernos; y aún, por algún motivo que desconozco, nos conmovemos.
Este pasado ha sido un fin de semana extraño, mientras algunos iban a disfrutar del escenario, de la música, a desenfrenarse mientras mueven los pies y el cuerpo buscando su propio ritmo, mientras sonríes y miras a la lejanía buscando complicidad; no muy lejos del Campo de Golf de Adeje, en el Puertito de Adeje, otros tenían ante sí el escenario de la burla, caminaron unidos bajo vítores de “Canarias se respeta”, miraban a la lejanía echando ya de menos lo que va a desaparecer y, en su lucha incesante, intentaron simbolizar tirando unas vallas que iban a parar un plan urbanístico, cuyos datos se remontan a 2018, y que ha sido diseñado con la misma estrategia y el mismo silencio cómplice que la “fuga de Puchi”, tanto de Barcelona en el año 2017, como ahora en el año 2024.
Y lo que en aquel año pasó lento y no lo vimos, ahora discurre ante nuestros ojos de forma casi normalizada, como ir a un festival año tras año es una costumbre, como ver planes urbanísticos estratégicamente ocultados, sigue siendo deporte nacional de más de los que pensamos, y cuando ya vemos a los delincuentes pasar por encima de los jueces y cuerpos de seguridad del Estado; pero, por suerte o por desgracia, aún nos conmovemos, de alegría, de tristeza o de incredulidad; pero aún lo hacemos.
A pesar de todo, nos hemos acostumbrado a tener que manifestarnos para que al menos se nos escuche, porque no hay conciencia que permita conmover el alma, y a sabiendas de que somos gobernados por intereses e interesados. Cuesta creer que a nivel municipal lleguen personas como nosotros a los cargos públicos y, de pronto, como si de una lavadora se tratase, salen diferentes a cómo entraron. No se sabe si es el programa aplicado, o el jabón perfumado, pero ya no velan por los intereses y aquellos proyectos que los llevaron allí. No, ya no; ahora se trata de estrategia y de enjabonarse bien, para uno mismo, y para perfumar a todo aquel que se encuentre cercano o ría sus gracias.
Da vergüenza la pandereta de país que tenemos, de comunidad autónoma, de provincia, y de municipio que hemos ido dejando, porque todos hemos sido partícipes de lo que ocurre, por acción u omisión, y todos esperamos que alguien venga a salvarnos; errar es humano, pero no te equivoques, el silencio es cómplice y muy bonito no lo estamos dejando.
