Primera semana de septiembre, dónde aún coletean las fiestas y los pueblos con ganas de vivir a tope sus tradiciones; todos engalanados, morenos, con ganas de darlo todo para terminar un verano y despedirnos con honores.
Pero no todos terminan con tantos honores, algunos tienen que dejar su cargo. Sucedió en Ávila, porque desde un escenario, sin arrugarse ni un poco, el alcalde se “vino arriba” y cantó entre risas y vítores de sus vecinos, haciendo apología de la pedofilia y el abuso sexual a menores. Sin que ningún responsable del Partido Popular, después de lo ocurrido, salga a pedir perdón o a censurar públicamente su canción y mucho más su conducta y a lo que incita con ello. Tampoco se han hecho eco del suceso el resto de partidos.
Y no nos puede extrañar que cada vez más este tema germine entre nosotros poco a poco. Comenzó con la teoría de género, hace ya muchos años, donde se propone dejar de lado el dato biológico que no tiene nada que ver en la construcción del hombre y la mujer, sino que habla de personas en general, donde el género se sustenta en los derechos sexuales y reproductivos que postulan que todo ser humano tiene derecho a tener relaciones sexuales, consentidas, seguras y placenteras. Es decir, dos conceptos muy importantes: todo ser humano (da igual la edad), y consentimiento (donde la edad igualmente carece de importancia, y no se tiene ni siquiera en cuenta la madurez o no del menor).
Como ejemplo de todas estas teorías que han ido aplicando los estados, se han venido aprobando leyes en las que todos hemos podido apreciar cómo los menores pueden tomar decisiones al margen de sus progenitores, y en edades cada vez más tempranas. Hasta el punto de que un padre no puede ni acceder al expediente médico de su hijo, si éste no lo consiente, cuando tiene dieciséis años en España; o, como dijo nuestra ex ministra de Igualdad, “todos los niños, niñas y niñes tienen derecho a saber que pueden tener sexo con quién quieran, siempre que haya consentimiento”.
Así las cosas, es la Organización de Naciones Unidas, (ese organismo que nadie ha votado o elegido pero que nos marca la pauta de nuestras vidas), concretamente la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la que a finales de agosto ha publicado el borrador de un tratado internacional para combatir la delincuencia, comenzando su artículo 14 de forma excelente; no obstante, posteriormente, el punto “a” de su apartado 3 permite la despenalización de la pornografía infantil generada por inteligencia artificial; y ya en su apartado 4 permite que los estados puedan adoptar medidas para que no se criminalice la pornografía infantil, cuando “el material se conserve exclusivamente para el uso privado y sea consentido por las personas implicadas, es decir, por los niños”.
Dicho borrador será aprobado a finales del mes de septiembre. No se sabe qué pretende o qué se esconde detrás de estos tratados, no se atreve uno a llamarlo por su nombre, porque sería censurable y no estaría bien visto; y porque cualquier discurso en contra de la mayoría es censurado sin miramientos. Y máximo cuando hablamos de menores que lo único que tienen que hacer es consentir; no se va a analizar si el menor tiene madurez suficiente, o si posee una voluntad desarrollada para generar este tipo de material; o las consecuencias que tiene hacerlo, principalmente para ellos.
Le basta al menor consentir, porque, todo sea dicho, nunca hubo tantos derechos para los niños y jamás estuvieron tan desprotegidos.
