⏱ 3 min de lectura
¿Quién dijo que la política estaba exenta de suspense? El nuevo episodio que nos acaban de servir —un guion plagado de sobres, apuntes manuscritos y billetes grandes— ratifica lo que muchos sabíamos: la corrupción no es un accidente, es una ideología práctica.
Según los documentos publicados (y los informes policiales que ahora estudia el instructor), un exministro habría gestionado decenas de miles de euros en metálico, sin respaldo claro ni justificación contable creíble. Parte de ese dinero en apariencia llegaba a miembros de su entorno familiar y personal, se pagaron viajes, hipotecas y hasta se hizo el típico “trasvase de billetes gordos” bajo apelativos jocosos —“chistorras”, según los mensajes interceptados.
Lo llamativo —lo escalofriante— no es ya que existan estos pagos en “B”. Lo verdaderamente alarmante es que las diferencias entre lo que el partido justificaba y lo que los involucrados comentaban por señas privadas sean tan sustanciales que ya no caben excusas inocuas. Un sobre dice “826”, el justificante dice “321”. En ese desfase yace una confesión al margen de las palabras públicas: “aquí hay algo que ocultar”.
El partido afectado – antes era otro- admite pagos en metálico y transferencias, pero defiende que todo está documentado y que no hay financiación ilegal. Es como si un pirómano admitiera haber encendido cerillas en un bosque y luego defendiera que eso no era incendio, solo “gestión térmica”.
Desde el punto de vista jurídico, estamos frente a indicios que podrían encajar con delitos como financiación irregular, malversación (si hay fondos públicos de por medio), organización criminal (si hay cadena de mando) o cohecho (si hay contraprestaciones). No es suficiente que el partido diga “todo está justificado”: en el foro penal lo documental cuenta más que la voluntad declarada.
Para el lector: que esto no le parezca un capítulo más en el serial de la corrupción. No lo es. Es una invitación a preguntarnos por el estado real de la democracia:
– ¿Cuántas de estas “operaciones en efectivo” quedan enterradas y sin abrir?
– ¿Cómo confiar en quienes manejan poder si no existe transparencia más allá de papeles contables?
– ¿Seguiremos aceptando que los grandes partidos conviertan las arcas partidistas en contabilidad creativa multiuso?
La lección es brutal pero clara: no basta con que los políticos prometan limpieza en campaña si, en la trastienda, los euros, el sobre y el silencio siguen siendo moneda corriente.
Que nadie crea que esto termina aquí. Si la justicia es valiente y pasa de la fiscalía este caso puede golpear más de lo esperado. Y si no lo hace, el verdadero daño no será al partido implicado, sino a la idea misma de que en España la ley no es para todos.