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San Cristóbal de La Laguna es mucho más que un casco histórico bonito o una ciudad Patrimonio de la Humanidad. Es, además, el corazón universitario de Canarias. La Universidad de La Laguna (ULL) atrae cada año a miles de estudiantes de otras islas, de otros municipios, de la Península o del extranjero. Pero a pesar de su vocación educativa, vivir y estudiar en La Laguna se está volviendo cada vez más difícil.
Tres problemas se entrelazan aquí como en ningún otro sitio de la isla: la vivienda inasequible, el tráfico asfixiante y un sistema educativo que empieza a sufrir las consecuencias.
Vivienda universitaria: una oferta escasa y muy cara
Con habitaciones por 400 € o más, encontrar alojamiento en La Laguna es un lujo que muchos estudiantes no pueden permitirse. Las pocas plazas en residencias universitarias (unas 550 frente a más de 1.300 solicitudes) se asignan tarde, muchas veces en agosto, cuando ya los pisos asequibles han desaparecido del mercado.
La falta de vivienda pública para jóvenes, sumada a los alquileres turísticos y la presión inmobiliaria, ha creado un escenario donde estudiar en la ULL depende más del bolsillo que de las ganas o el talento.
Ante los precios de alquiler en La Laguna, muchos estudiantes optan por vivir en municipios del norte —Tacoronte, La Orotava, Los Realejos, incluso Icod—, donde los alquileres son algo más bajos. ¿El problema? La TF-5, que se ha convertido en una autopista de la desesperación.
No es raro ver a jóvenes saliendo de sus casas a las 6:30 de la mañana para una clase a las 9:00. Un trayecto que debería durar 30 minutos se convierte en una odisea de hora y media o más en plena hora punta. El transporte público tampoco resuelve el problema: las guaguas van llenas, llegan tarde, o no conectan bien con los horarios académicos.
Este tiempo perdido no solo es frustrante: afecta al rendimiento académico, a la salud mental y al abandono de estudios.
Educación pública… ¿para quién?
La Universidad de La Laguna es pública. Pero cuando vivir cerca cuesta lo que gana una familia en una semana, y el transporte implica tres horas de desplazamiento diario, la pregunta se impone: ¿Para quién es realmente accesible estudiar aquí?
Profesores denuncian faltas sistemáticas de alumnos que llegan tarde o agotados. Hay jóvenes que no pueden trabajar para pagarse el alquiler porque pierden el día entero entre clases y trayectos. Y en muchos casos, directamente se plantean estudiar en otro sitio, incluso fuera de Canarias.