Resulta que leo a Alfonso Ussía, como siempre hago, y compruebo una intimidad de los Sánchez. En realidad, lo ha descubierto una periodista, Emilia Landaluce. Ella (la Bego) lo llama a ella pichón y él (Pedro) a ella, pichona. Me parece cariñoso pero, dentro del animalario, hubiera sido más realista llamarla a ella mi Urraca y a él mi León de la Metro. Al fin y al cabo Urraca es nombre de reina y el león de la Metro nos ha dado muchas alegrías a lo largo de los tiempos, desde que los Lumière inventaron el cine, allá por los tiempos de Maricastaña. Sigue cabreada la Bego porque el juez Peinado coge otro caso suyo, porque así se lo ha autorizado la Audiencia Nacional. Y hasta hace declaraciones y todo. Yo creo que él morirá políticamente por las cosas de ella, aunque alguien dijo, y tiene razón, que este país es tan desmemoriado que los domingos, con la caña y la tapa, se olvida de lo que ha ocurrido durante toda la semana. Es verdad. Lo mejor es comerse uno la tapa y olvidarse de todo. Los españoles prefieren la tapa a Pedro Sánchez y yo el primero. Ha aparecido Zapatero en un acto en Madrid, porque ha coordinado un libro político. Ha hecho unas declaraciones en su tono fúnebre y gutural y no ha dicho nada. Hablaba como Cantinflas. Con tal de no acusar a su amigo Maduro, Zapatero se tira de un puente sin paracaídas. Es tal el amor por la dictadura venezolana que es capaz de no decir nada a los periodistas y estar siete u ocho minutos hablando. Fue detenido uno que se le acercó demasiado al coche, mientras coriferos caribeños recitaban en la calle diatribas y no precisamente de amor ante un hombre sentado (en el coche). Me dice un testigo que había más escoltas que público en el Ateneo de Madrid, mucha policía apatrullando la ciudad, porque se unía la escolta de Zapatero con la del sacristán Bolaños, que cada vez tiene menos pinta de sacristán y más de cura de pueblo, de esos que se suben al púlpito a predicar el fin del mundo, que el mago llama siempre “la” fin del mundo, como llamaba antes a “la” Radio Club, ahora SER. Juro por Tito Wissa que no escucho hace muchos años la SER, la cambié en su día por la COPE y ahí sigo. Es por lo único que me acerco a la Iglesia, porque yo soy un descreído, también desde hace muchos años. Esta edición de Pipol me parece a mí que me ha salido demasiado personal, como un diario. El otro día sufrí muchísimo, por primera vez en mi profesión: intenté pasar una entrevista con fiebre y nervios, porque Vodafone me quiere estafar, y no di pie con bola. En algo que normalmente tardo dos horas empleé más de cuatro y tuve que hacer dos correcciones sobre la marcha, por la mañana, en el Diario de Avisos. No le aconsejo a nadie que escriba con fiebre, ni con una reclamación pendiente a Vodafone, a la que estaba unido desde que llegó la telefonía móvil a España. Lástima que vayamos a perder las amistades.
viernes, octubre 11, 2024