Aunque pierda, nadie cree que Maduro entregue el poder. Los norteamericanos lo tienen claro. Manejan tres escenarios posibles y esperan. Esperan a que el CNE, controlado por el régimen, haga públicos los resultados oficiales. Uno, que Maduro gane; dos, que Maduro pierda y no lo reconozca, no entregue el poder; tres que Maduro acepte los resultados electorales. Este último escenario es el más improbable.
Los informes que la CIA ha elevado a su departamento central en Langley (Virginia) es que se está preparado un gran pucherazo para mañana y esos informes contemplan que puede producirse un baño de sangre si la oposición no acepta los resultados y se echa a la calle. Los chavistas están armados, no han entregado las armas que les han repartido en diversos momentos de la historia última. Y esto es un problema. Recuérdense los sucesos del puente Llaguno.
Maduro no quiere soltar el poder. Algunos analistas opinan que, si se ve extremadamente perdido, su destino no será ni Cuba ni Moscú, como se ha comentado. Es más probable que vuele a Brasil, donde Lula lo acogería, pero este exilio sería efímero, mientras dure Lula. Otros países también podrían acogerlo, si Maduro compra su exilio, que dinero para eso sí tiene. Le sobra. Desde luego, se descarta Europa. Ni siquiera España, donde su débil Gobierno no ha sido capaz de denunciar las tropelías del chavismo. Ni el versátil Zapatero podría garantizarle estabilidad en este país, donde su presidente es abucheado cada vez que sale a la calle. Algo que no había ocurrido nunca.
Nadie espera que Maduro reconozca un triunfo de la oposición. Los resultados tienen que ser oficiales antes del día 3 de agosto, pero muchos temen que Maduro, aunque pierda las elecciones, se autoproclame ganador el mismo domingo por la noche. Y que la oposición no acepte estos resultados y se eche a la calle. Entonces se podría producir un baño de sangre. No sería el primero de la historia. Cuando cayó Pérez Jiménez, el dictador que acometió las mayores obras públicas para Venezuela, que puso al país en la modernidad, se produjo un baño de sangre en las principales ciudades del país. Fue terrible. Pérez Jiménez salió en un avión cargado de dólares y ya nunca volvió.
El avión de Maduro está preparado en La Carlota. Nadie sabe todavía el destino, si se tiene que ir a toda prisa del país. La historia siempre se repite y puede que esta vez no sea una excepción. Pero es cierto que la Casa Blanca contempla tres alternativas, ya dichas: que gane Maduro limpiamente, algo altamente improbable; que gane la oposición y que Maduro se apropie de ese triunfo (el pucherazo); y que Maduro reconozca su derrota y entregue el poder.
De momento, todos los indicios apuntan a que mañana se producirá en el país un gran fraude electoral. El mayor de la historia. Pero, claro, no lo sabremos hasta ver los movimientos de unos y de otros. Y será difícil saber quién tiene la razón, con un Consejo Nacional Electoral vendido y unas máquinas de recuento manipuladas y Zapatero y Monedero y otros personajes de similar ralea, como “observadores internacionales”, merodeando por las esquinas de Caracas. Eso sí, todos ellos con los bolsillos llenos de dólares a costa del pueblo venezolano.