Venderse por 50 monedas

Fernando Clavijo, que se rebajó a ir a La Palma para hablar con el felón de La Mareta, se vendió por cincuenta monedas. Y, lo que es peor, vendió a Canarias. El único resultado de su entrevista con Sánchez son 50 millones de euros destinados a atender a los inmigrantes africanos que han llegado (23.000 hasta agosto), pero nada de llevárselos a la Península, sino para mantenerlos aquí. Utilizan el sistema sanitario canario, reciben comida, alojamiento, teléfonos móviles, ropa y algunos se compran un monopatín. Si un canario quiere un móvil, ropa, comida, teléfono móvil y monopatín lo tiene que sacar de su esfuerzo personal. Y su sanidad la paga el canario. El inmigrante no cuenta con permiso de trabajo, ni está cualificado para trabajar en el sector servicios, ni recibe la formación necesaria para ello por parte del Gobierno de Madrid, ni del de Canarias: sólo es soltar dinero; soltar dinero de los impuestos de los españoles. Yo no soy lector de la Biblia, pero allí dice que la caridad bien entendida empieza por uno mismo, según he escuchado. Sabias palabras. Canarias no aguanta más, está al límite. Y aunque no sea políticamente correcto decirlo, la presencia desorbitada de emigrantes dificulta la comodidad y la calidad de vida de los canarios. Fernando Clavijo, que procede de una familia humilde –sus antepasados vendían zotal falsificado por las casas y al por mayor— tiene bien metidos en el cuerpo sus condicionamientos sociales y me parece bien. No hay nada como la humildad. Pero ir a La Palma a pedirle al felón 50 millones de euros para la inmigración me parece ridículo e indignante. ¿Qué hace con 50 millones? Con el generoso reparto que se hace entre los arribados no le da ni para dos días. Recientemente, un marino profesional ha publicado en un periódico que es imposible que un cayuco llegue de Senegal aquí, cargado de personas y de gasolina y menos con mala mar. Repito: es imposible. Esto significa tres cosas: que hay más muertos que los que dicen en la travesía África-Canarias; que casi todos los cayucos salen de Marruecos –que sí llegan—; y que la mayoría son echados al mar desde barcos nodrizas, manejados por las mafias. Pero nadie lo dice, nadie lo investiga, nadie lo prueba, nadie lo certifica. El viaje a África de Sánchez es inútil. Ni Senegal, ni Gambia, ni Mauritania tienen nada que ver con la inmigración clandestina. Es Marruecos. Pero a Marruecos Sánchez le tiene miedo, por las razones que todo el mundo conoce: Marruecos lo tiene agarrado por ciertas partes, según se ha publicado por activa y por pasiva. A él y a gente cercana a él. Luego este superviviente sigue huyendo hacia adelante y engañando a incautos como Clavijo, que incluso le dio las gracias por los 50 millones y probablemente ordenará a la diputada Cristina Valido que le vuelva a votar en Madrid sus alocadas leyes de amnistía uy similares. Mejor que Clavijo siga vendiendo zotal por las esquinas y que deje la Presidencia del Gobierno a otro con más energía y más carácter. Y, si no, que inicie un procés como los catalanes. Total, aquí lo que triunfa es la violencia política, porque los mansos no tienen sitio en el Estado de debilidad que ha creado el felón de La Mareta. Vamos, sin remisión, proa al marisco.