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viernes, 23 mayo,2025

Vance, en Groenlandia

El vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, aterrizó este viernes en Groenlandia en una visita que ha generado incomodidad tanto en la isla como en Dinamarca, país al que pertenece este territorio autónomo. Bajo el pretexto de reforzar la seguridad ártica, la delegación estadounidense parece seguir la línea de presión establecida por el presidente Donald Trump, quien ha insistido en la necesidad de controlar Groenlandia, con o sin el consentimiento de sus habitantes y de Copenhague.

Vance, en declaraciones desde la base espacial de Pituffik, subrayó que “la Administración Trump está realmente interesada en la seguridad ártica», asegurando que este interés «irá en aumento en los próximos años”. Sin embargo, detrás de esta aparente preocupación estratégica se esconde una clara intención de anexión, ya expresada abiertamente por Trump en múltiples ocasiones.

La delegación encabezada por Vance incluyó al consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y al secretario de Energía, Chris Wright. Su presencia en la isla fue planeada inicialmente con una agenda más extensa, en la que la esposa del vicepresidente, Usha Vance, participaría en eventos culturales y en una tradicional carrera de trineos de perros. Sin embargo, ante la creciente oposición de las autoridades danesas y groenlandesas, el plan se redujo a una breve visita de menos de 24 horas, limitada exclusivamente a la base de Pituffik.

El malestar de Dinamarca ha sido evidente. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, denunció que la visita de alto nivel de EE.UU. representa una “presión inacceptable”, especialmente porque no se ha gestionado ninguna invitación oficial. Para Groenlandia, la presencia estadounidense en su territorio ha sido tradicionalmente una cuestión espinosa, dado el peso militar de Washington en la zona y su historial de intentos de compra del territorio.

El presidente Trump ha tratado de minimizar la controversia al calificar la visita como “una muestra de Amistad”. No obstante, sus declaraciones del miércoles revelan una narrativa más agresiva: “Necesitamos Groenlandia para la seguridad internacional. La necesitamos. Tenemos que tenerla”, afirmó, insinuando que, de ser necesario, EE.UU. tomará la isla sin necesidad de negociaciones.

La base de Pituffik, clave en los sistemas de defensa de misiles estadounidenses, es solo una pieza más del tablero geopolítico ártico. En un mundo donde la competencia por los recursos y la presencia en el Ártico se intensifica, Washington parece estar dispuesto a llevar su influencia al límite, ignorando el malestar de sus aliados y los derechos de los habitantes de Groenlandia. La pregunta es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar Trump para lograr su objetivo?

Gabriel Suárez
Gabriel Suárez
Redactor de El Burgado, estudiante de Periodismo en la Universidad de La Laguna, directivo de la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas, Vicepresidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de La Laguna y colaborador en programas de televisión y emisoras de radios

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