Kimberly Guilfoyle era fiscal de un distrito judicial de San Francisco cuando dos perros de presa canarios, Bane y Hera, mataron a una atleta de elite norteamericana, Diane Wipple. Había quedado finalista para acudir a la Olimpiada de 1996 y competir en 800 metros, pero al no lograrlo se pasó a entrenadora de lacrosse, un juego de pista americano. Los custodios de los perros, dos abogados amigos de su dueño, Paul Schneider, que cumplía prisión por varias condenas, fueron declarados culpables a diversas penas, ella por asesinato en segundo grado y él, que no estaba presente cuando el ataque, por homicidio involuntario. Ya están libres desde hace años. Los perros eran muy fuertes (el macho pesaba 63 kilos) y en el momento de la agresión de los canes a la atleta sólo estaba presente la esposa, abogada y custodia. El caso tuvo mucha repercusión en los Estados Unidos. Anoche descubrí, gracias a Internet, que Kimberly, que es la actual novia de Donald Trump junior, fue la fiscal del caso, ocurrido en 2001 y que tuvo mucha presencia en los medios. Ambos perros fueron sacrificados, por orden de las autoridades. En la tercera jornada de la Convención Nacional Republicana, JD Vance aceptó ser nominado como vicepresidente de los Estados Unidos de América. Volviendo atrás, Kimberly hizo un discurso aceptable, pero la estrella allí es Lara Trump, la esposa de Eric Trump, como dijimos ayer.
Por cierto, Donald junior cedió la palabra a su hija golfista, Kai Trump, a quien en el rótulo de la CNN denominaron algo así como “golfista contumaz”. Su traje era tan corto como una faldita de tenis; muy mona. Su abuelo la besó al final de sus palabras, pero mientras hablaba Donald Trump junior a Trump senior se le cerraban los ojos. Tras el atentado está tocado y cualquiera no. Ustedes vieron ayer la recreación de la trayectoria de las balas. No la palmó por los pelos; pero por los pelos. ¿Aguantará la campaña? No lo sé. Ayer, el protagonista principal era JD Vance, nominado a la vicepresidencia, que aceptó la misma e hizo un discurso demasiado coloquial quizá. Le precedió en el uso de la palabra su exótica esposa de origen hindú, Usha, una mujer de rasgos muy bonitos. A veces se le veía un ojo solo porque su negra y larga melena le tapaba el otro. Ni una joya en su cara, ni un pendiente, nada, ni una cadena en su pecho. Antes habían proyectado en las pantallas un reportaje de la infancia y de la etapa como marine de Vance, 39 años. Tienen dos hijos y ella se definió como “una americana” y dedicó muchos elogios a su esposo, a quien besó y abrazó en varias ocasiones antes y después de su intervención. Antes de todo eso, un viejito de noventa y pico años, William Pekrul, que participó en el día “D”, el desembarco de Normandía, y que ganó dos estrellas de bronce y una de plata al valor, dijo que volvería a Europa si su país se lo pidiera. Pero apenas se sostenía, aunque con mucha dignidad.
Cuando entró JD Vance en el escenario, para cerrar la jornada, le pusieron música country de Ohio, una canción muy pegadiza, que los congresistas de su estado natal cantaron con él. Dijo que nunca olvidará de dónde venía y que el país necesitaba a Trump. “Republicanos unidos para ganar”, parece ser su lema y añadió que aceptaba la nominación a la vicepresidencia, como es preceptivo. Una docena de familiares subió al escenario para arroparlo, entre ellos su madre. No le faltó tiempo para hablar de sus compañeros marines. Vance, como su esposa, están graduados en Derecho por Yale. Lo más duro de la tercera jornada –esta próxima madrugada se celebrará la última— es que llevaron allí, para poner como un zapato a Biden, que tiene covid, a padres y familiares de soldados muertos en Afganistán, que echaron la culpa de todos sus males al actual presidente, “que ni siquiera ha pronunciado sus nombres una sola vez”, afirmaron. Ellos y el público lloraban. También subieron al atril familiares de un rehén de Hamás, Omer Neutra. Sus padres han dicho que quien únicamente les ha hecho caso es el “former” presidente Trump, porque Biden no se ha ocupado. El chico parece que sigue vivo. Terminaron con un “¡Omer, te queremos!”. Hubo muchas banderas israelitas y la intervención de un republicano judío justificando la actuación en Gaza. Hay mucha mala leche en la Convención Nacional Republicana y se han puesto de moda unas siglas que nos recuerdan a alguien, aquí en Canarias: MAGA; Make American Great Again. Esta vez Trump lucía corbata azul con rayas amarillas. La cosa va cambiando, aunque aquí las corbatas, incluso las de los presentadores de la CNN, son horrorosas. Desde luego, no parecen de Salvatore Ferragamo.