
Hoy voy a ser más breve de lo normal. Un lector me envía una impresionante fotografía, tomada seguramente desde un dron o desde un helicóptero, del Valle de la Orotava desde el mar, que voy a llevar a la Villa para ampliarla y ponerla en un cuadro. Es una preciosidad que no puedo dejar de contemplar y que la incluyo aquí para que ustedes la disfruten. Vaya paisajes que tenemos en las islas, y más concretamente en la isla de Tneerife, aunque hay que ser justos: en todas las siete Islas Canarias, que son siete y no ocho. Los demás son islotes. Hoy voy a ser más corto, porque la actualidad también lo es. Estuve almorzando con el profesor Manuel Maynar en Los Limoneros y siempre son muy gratas las reuniones con este innovador de la Medicina, que ha tenido actuaciones memorables en técnicas de diagnóstico y de cirugía mínimamente invasiva.

Que, además, cuenta en su currículo con las especialidades de radiología y de pediatría. Este maño que adora Tenerife es un gran conversador y, si lo entiendes, si comprendes sus salidas de tono –que al final no lo son— compartirán ustedes conmigo que se trata de un genio de la Medicina, aunque él lo desmienta con vehemencia. Quiero cambiar de tema y me voy a la Cafetería Taoro, es decir a Casa Egon, en La Orotava, muy transformada a mejor, en donde los dulces son maravillosos, parecen hechos por ángeles, y se come estupendamente. Han ampliado el negocio los herederos de Egon y almorzar y merendar allí es una delicia.

El otro día fui exclusivamente a comprar sus famosos tambores de chocolate y me quedé tan a gusto que le pedí a mi sobrino Sergio que me trajera media docena más, aunque me los trajo de moka, que son igualmente muy sabrosos. ¿Y los barquillos? Fantásticos. La Orotava tiene en Casa Egon un referente culinario y repostero de primerísimo orden. Reconozco que el domingo me cogí una calentura clamorosa con la actuación del Real Madrid ante el Barcelona, en Yedah. Espero que Ancelotti reaccione y cambie el equipo a partir del domingo y que no pierda un partido más de la Liga, ni de la Champions, que las gane y que deje atrás a sus rivales. Porque, si no, apaga y vámonos. Un detalle de buena educación y de saber perder: a diferencia de otros equipos que juegan finales y las pierden, cuyos jugadores se quitan la medalla de plata de la competición tras recogerla, y con mala leche, el Madrid la mantuvo en el cuello de sus jugadores y el equipo en pleno fue a saludar a su afición, desencantado, pero con ellas puestas. A esto se le llama saber perder. Así es como este equipo pasea la elegancia por cualquier lugar del mundo. Y esto es digno de agradecer. Y de ver. Ah, me olvidaba. Me dicen los comerciantes que las rebajas, regular, tirando a mal. ¿Y qué querían? La gente se lo gastó todo en noviembre y en diciembre. Pero comer no ha dejado de comer porque el domingo fui a almorzar a esas medianías y la Sidrería Asturias estaba a rebosar. No había ni una sola mesa libre. Así que algo de dinero sí queda.