Un tío de Begoña Gómez, de La Bego, que explotaba un prostíbulo, fue sancionado por la Inspección de Trabajo con una multa de casi 70.000 euros. Parece ser que se lucraba del abnegado trabajo de 11 prostitutas sin papeles, ni altas en la Seguridad Social, en una casa de lenocinio en la que la policía realizó varias intervenciones posteriores, situada en la provincia de Segovia y frecuentada por camioneros, puteros de diversa procedencia y una corte no precisamente celestial, en el marco de la alegre actividad lujuriosa nacional. Como ven, una distinguida familia política la del presidente, cuya actividad va desde la explotación de saunas gay a regentar puticlubes de carretera sin cumplir la normativa vigente, lo que da idea de la encomiable moralidad del referido entorno familiar. Los datos los aporta el periódico “El Debate”, que dice tener toda la documentación pertinente sobre tan distinguidos familiares de la primera dama. La verdad es que tener un presidente del Gobierno cuya familia política se dedica a la chulería en su sentido estricto, a la explotación de la prostitución y al mariconeo en general dice mucho del país en el que vive uno y de la catadura moral de la genealogía gobernante. Desde luego, ha tenido suerte España con la llegada al poder de este elegante caballero que ha enamorado hasta a la presidenta de la Comisión Europea, por lo que cuentan, aunque sea platónicamente, y que nos representa –es verdad que cada vez menos— en los distintos foros internacionales. Estoy convencido de que España es un hoy gran país, cuyos gobernantes han sido extraídos de una cota social muy a valorar y a los que es preciso guardarles el más considerado de los respetos. No sé si le quedará a la familia algún localcillo de puterío todavía abierto, pero eran propietarios, o al menos explotaban, saunas gay, tapadillos y otros establecimientos de dudosa reputación, lo que me hace repetir la recordada anécdota del inolvidable profesor, catedrático de Derecho Político de la ULL, don José María Hernández-Rubio y Cisneros, en el Casino de los Caballeros de Santa Cruz. Acudió en unos carnavales don José María al Casino, del brazo de dos escandalosas putas. Cortés pero firmemente fue interpelado, en la entrada, por el portero mayor: “Don José María, lo siento, y se lo digo con todo el respeto, pero no puedo permitir que usted entre en este Casino en compañía de estas dos señoritas de dudosa reputación”. A lo que el profesor, cargado de lógica, respondió: “Señor portero mayor, estas dos señoritas son putas; las de dudosa reputación son las que están dentro”. El profesor me confirmó personalmente esta anécdota durante una comida compartida con él en el restaurante Los Troncos, en Santa Cruz. Lo que no recuerdo es si finalmente pudo entrar en el hoy Real Casino con sus distinguidas acompañantes, o no. Y, lamentablemente, ya no me puede completar el relato.
miércoles, 25 junio,2025