El asesino y sanguinario Nasralá, líder de Hizbolá, tenía instalado en el salón de su casa subterránea un lanzamisiles de 20 metros de longitud. Los drones israelíes arrasaron su casa y mataron a su inquilino el otro día y esta muerte ha sido celebrada, incluso, por muchos árabes. En la intimidad, claro. Era un sanguinario, un asesino. Israel ha hecho tal limpieza de terroristas que ya casi no quedan líderes ni en Hamás ni en Hizbolá; sólo falta limpiar Irán. Son los iraníes quienes están disparando misiles contra Israel, además de los yemeníes. Yemen es un Estado fallido. Los misiles no llegan a explotar casi nunca en territorio israelí porque los lanzadores son burros hasta decir basta y porque ayuda el escudo antimisiles israelita, auxiliado el sistema por los Estados Unidos. Ahora Israel va a atacar puntos sensibles de Irán: la sede de la Guardia Revolucionaria, la vivienda del ayatolá y el programa nuclear iraní están entre los objetivos. El Mossad ya sabe dónde están ubicados, ahora sólo falta que Netanyahu ordene apretar el botón para que todo salte por los aires. Israel arriesga poco en esta guerra. Ha perdido a un soldado de 22 años en su avance por tierra. Perros amaestrados olfatean las minas, a Hizbolá se le están acabando los cohetes y Hamás ha sido derrotado. España envía hoy dos aviones militares para que regresen los que quieran. Beirut vuelve a ser una ciudad triste. Los libaneses están hasta el gorro de Hizbolá y al final acabarán agradeciendo a Israel la paliza que les van a dar sus tropas a estos terroristas. Después de la guerra, las cosas van a cambiar mucho en Oriente Medio. En Gaza, en el Líbano y en la propia Irán, que tiene un régimen vergonzoso que maltrata a las mujeres y las limita y que desprende terror medieval en pleno siglo XXI. Hay que acabar con los malos. No queda otro remedio.
viernes, octubre 11, 2024