Un enloquecido, disparatado y disperso Nicolás Maduro acusó anoche al candidato opositor, Edmundo González Urrutia, de complicidad con el comando que asesinó a los jesuitas españoles en El Salvador, el 16 de noviembre de 1989. En esa época, González Urrutia era funcionario consular en la Embajada de Venezuela en San Salvador, según Maduro.
Nicolás Maduro, muy desmejorado físicamente, se dirigió a unos centenares de militantes que las cámaras estiraron lo que pudieron para que parecieran multitud, acusando a González Urrutia, a quien apoda “el cobarde”, de complicidad con esta acción en El Salvador, en la que fueron asesinados a sangre fría seis sacerdotes jesuitas españoles, su ama de llaves y una hija de ésta.
Maduro, que se niega a entregar el poder a quienes han ganado las elecciones, un presidente agotado y decadente al que sin embargo respaldan las Fuerzas Armadas, declaró que el Ejército patrullará por todas las ciudades venezolanas y convocó a sus “milicias” a echarse a la calle, desde mañana, y al pueblo a una gran manifestación para el sábado.
Hay que recordar que esos milicianos —así los denominó— están fuertemente armados. Al mismo tiempo, reveló que la oposición había intentado desenterrar a Chávez de su tumba en el llamado Cuartel de la Montaña y que el Ejército había impedido esta acción. Tiene toda la pinta de ser una noticia absolutamente fake.
En varias fases de su discurso, Maduro pedía consejo a su mujer, Cilia Flores, situada a su lado. Estaba como paralizado por los acontecimientos y alargó su perorata de una forma apreciable, quizá porque realmente no tenía nada que decir. Sí indicó que abría una página en Internet para que a través de ella fueran delatados los ciudadanos que merezcan ser detenidos por las autoridades por sus comportamientos anti-parióticos. Otra locura.
A última hora de la noche en Canarias, tarde en Venezuela, el canciller de Costa Rica ofreció públicamente asilo político a Edmundo González y a María Corina Machado, a quienes la policía busca para detenerlos, por orden del fiscal general de Venezuela y, naturalmente, de Maduro que es quien lo manda. También extendió esta concesión de asilo a los miembros del comando de campaña de González Urrutia refugiados en la Embajada de Argentina.
Ayer, fuerzas de la policía y paramilitares chavistas intentaron entrar en la legación diplomática argentina, pero se lo impidieron docenas de motorizados del comando opositor que bloquearon la entrada de la embajada. La compañía eléctrica cortó la luz del edificio, que al parecer funciona con un generador de emergencia.
La situación en las principales ciudades de Venezuela es extrema. Cinco estatuas de Chávez han sido derribadas y el chavismo se entrega con furia a identificar a sus autores. Para los próximos días se espera un auténtico baño de sangre, mientras Maduro sigue enloquecido, acusando de tramas contra él, incluso de intentar asesinarlo, a la extrema derecha y al imperialismo norteamericano, que son sus enemigos más reconocibles.