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Cajasiete
lunes, 23 junio,2025

Un amigo me dice que por qué no continúo mis Memorias.- Me lo voy a pensar.- El Chico Tulo, el portero que despejó de puños y mandó el balón al foso del Castillo de San Felipe.- El C.D. Puerto Cruz de aquellos años y la tendencia pro Las Palmas de la gente del Puerto de la Cruz.- Cuando Di Stéfano vino al homenaje a Tito del Pino.- Recuerdo de mis primeras crónicas en “Aire Libre”, de Julio Fernández.

Me dice un amigo que por qué no vuelvo a escribir otras Memorias. Y varias veces he estado tentado de llamar a Adrián para que me haga un presupuesto de esos de libros por encargo y de edición limitada. Tengo ganas de continuarlas y al mismo tiempo siento que ya he contado todo lo que tenía que contar y lo que queda, no debo. Es complicado eso de abrirse demasiado a los demás, porque en medio hay pequeños secretos inconfesables, siempre los hay. Dicen que todo el mundo tiene un muerto en el armario, yo quizá no llegue a tanto pero sí que puede haber terceros afectados, si lo cuento todo. Así que lo que me apetece es escribir un pequeño libro con anécdotas graciosas de las que me han ocurrido en la vida, que no son pocas y que tampoco molestan a nadie.

Una portada de Aire Libre. Un gran periódico deportivo.

Sensaciones y pensamientos que también puede ser que no interesen. Uno, que se ha pasado la vida escribiendo artículos desde 1970 de forma regular y desde mucho antes para consumo casero, tendría tanto que contar. El otro día releí mis artículos de los 16 años, los primeros que escribí en “Aire Libre”, que dirigía don Julio Fernández. Qué periódico deportivo más bueno aquel, un rotativo que me parece que salía los lunes, si no me equivoco, y que se imprimía en “El Día”, en la calle Valentín Sanz. Allí se publicaron mis primeras crónicas de fútbol y de baloncesto, que yo mandaba a Santa Cruz con los futbolistas del Puerto Cruz, que presidía mi padre, que residían en la capital. Uno de ellos me parece que era Chicote, aquel veloz extremo de físico portentoso que hacía las delicias de los aficionados que llenaban el campo del Peñón, que aún sigue ahí, tan campante.

El viejo campo del Peñón, que todavía se mantiene en pie.

Mi padre fue presidente del Norte y del C.D. Puerto Cruz y odiaba al Tenerife, tiraba mucho más por la U.D.Las Palmas, que a cada momento venía a jugar al Puerto de la Cruz.

Una formación del C.D. Puerto Cruz: Tito el Pisaca, Berto, Galindo, Donato, Germán, Elfidio, Cabrera, Soriano, Pagés, Del Pino, Alberto, Vicente el Mudo…

Tenía un equipo B Las Palmas, que entrenada Campos, cuyos jugadores pasaban luego al primer equipo de la Unión Deportiva, los mejores. El Norte llegó a ser un equipo grande en Canarias y al Puerto Cruz lo llamaban “el pequeño Real Madrid”. Llegó a jugar en el Bernabéu y Di Stéfano, ya retirado, asistió con las viejas glorias madridistas al homenaje a Tito del Pino, uno de los grandes del fútbol regional.

Don Alfredo Di Stéfano, con Tito del Pino, el día de su homenaje.

Aquellos días de mi infancia eran muy gratos. Yo jugué de portero en el Juvenil Puerto Cruz, pero era regular, aunque en el equipo del Colegio de Los Salesianos sí jugué mucho y muy bien durante dos años, incluso participando en los Campeonatos Escolares. Tengo algunas fotos de aquella época, otras se perdieron en mis mudanzas, porque me he mudado más que Juan Ramón Jiménez. Quizá me mude otra vez, lo estoy meditando. Cada vez que escribo de estas cosas me doy cuenta de que estas pequeñas anécdotas son las que gustan y por las que recibo los mejores testimonios. Me encantaría contar la anécdota de El Chico Tulo, que era el portero del C.D. Puerto Cruz, quien una vez despejó de puños y el balón fue a parar al foso del Castillo de San Felipe, pegado al cementerio, a unos cientos de metros –bastantes— de la portería. Ha sido, probablemente, el despeje de puños más poderoso de la historia del fútbol mundial. Y eso que El Chico Tulo no llevaba guantes, despejó de puños, a pelo. En el colegio de los Salesianos, Llarena, que nunca había tocado un balón de fútbol, un día le llegó la pelota a los pies, le dio una patada y rompió el travesaño de la portería. A punto estuvo de caerle el palo al portero de esa meta, se salvó por los pelos. Todas esas anécdotas cabrían en un pequeño libro que complemente a los otros que he escrito con mis recuerdos. En realidad, uno es esclavo de sus recuerdos. Los grandes escritores –entre los que no estoy— escriben siempre de sus familias, de sus casas, del que fue su entorno. La memoria es la inteligencia de los torpes, pero también un pozo de vivencias que tienen cabida en la literatura, para bien o para mal. Me pensaré muy seriamente la pregunta de mi amigo, ayer, comiendo, sobre si voy a seguir escribiendo mis memorias o no. A lo mejor me animo.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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