Imbuido de esa seriedad venezolana que imprime a todos sus actos, Manolo Domínguez, líder del PP, se puso unas sandalias de carmelita descalzo y recorrió, muy a su pesar pero el voto es el voto, el polvoriento camino del Socorro, un coñazo que cada año no lo aguantan sino los magos de Güímar y una ristra de políticos, incluido Carlos Alonso, que cambia el asfalto y el empedrado de Bruselas por las veredas que conducen a la ermita de los Campos, en el final del trayecto, allá por Chimisay. En esa romería la concentración de magos es impresionante, magos peludos y magos exquisitos. Magos de bocata de mortadela, tipo Coalición Canaria, y mago de lujo y tortilla de papas y jamón serrano. Suena repetitivamente el pasodoble Al Socorro, que es muy bonito y pegadizo pero que cantado y tocado tantas veces se convierte en un coñazo: “Nuestra señora ya partió/con sus romeros hacia el mar… al recordar aquella historia que el guanche vivió”. Bueno, los guanches del cortejo eran la vivita antítesis de Manolo Domínguez y su séquito, más bien se me parecían a mí a Carlos Alonso y a Cristina Valido, que no fallaron, estornudando a cada momento, de la polvacera. Dio pata aquella gente hasta llegar a la ermita, los chiringuitos llenos, haciendo su agosto, y el mago colorado del sol y la maga con las patas coloradas, también del sol. Y aquella banda, con los músicos sudando a mares, pasodoble parriba, pasodoble pabajo. Volaban las papas –y después dicen que no hay papas— y el mago engullía el pescado salado como si fuera un caramelo de menta. Y después se quejaba de la sed y a empinar la bota. Algunos, ya digo, llevaban la seriedad venezolana que el criollo da a estas solemnidades y, de vez en vez, un rosario enrollado en la muñeca y la beata musitando palabras de amor. No, si bonito sí que es el paseo. Luisi Castro me imagino que figuraría en el cortejo, porque la ex alcaldesa de Güímar no se pierde una romería del Socorro, ni que esté con fiebre. No sé quién es ahora el alcalde del pueblo, pero a los munícipes les da por llevar cuello apretujado y corbata de nudo asfixiador cuando bajan al Socorro y los sofocones son de campeonato.
Llegan engullados, lo mismo que el cura, los monaguillos y hasta el sochantre, si lo hubiera o hubiese. Y esa banda, toca que te toca: “Nuestra señora ya partió/con sus romeros hacia el mar”, hasta Chimisay, donde dicen que la Virgen se le apareció a unos guanches. Para los no creyentes, como yo, esa Virgen la dejaron allí unos frailes que llegaron antes que los conquistadores y salieron por patas cuando observaron terreno hostil y detectaron a unos tipos en taparrabos que les lanzaban piedras y lanzas. Esa Virgen no fue, sino la de Candelaria, que debería ser la misma, que un fuego quemó y fue sustituida por otra porque las vírgenes y los fuegos están siempre peleados. Cubillo, antes de volverse religioso, cuando vio cerca la cosa, me dijo una vez que la de Lourdes no era la Virgen propiamente dicha, sino una señora con un bolso, que fue confundida con la divinidad por unos niños. Luego, cuando sintió que la iba a palmar pronto, me prohibió que pusiera en su boca esa teoría y añadió que yo era un mentiroso. Pero juro por Tito Wissa que me lo dijo. Tito Wissa era un cómico argentino por el que todo el mundo juraba en el Puerto de la Cruz –sin que se sepa bien por qué— en la época de mi más tierna adolescencia. Bueno, pues nuestra señora ya partió, con sus romeros hacia el mar. Y eso lo juro yo por Tito Wissa.
