Escuchar el video con las declaraciones de Víctor de Aldama, ayer, ante el juez instructor de la Audiencia Nacional y el fiscal designado para el caso, es estremecedor. Entregas de dinero, pago de alquileres a la amante de Ábalos, regalos de motos y coches a Koldo y a su esposa, sobornos a funcionarios, compra de pisos, mediaciones en operaciones diversas. El caso no tiene precedentes y, en medio de todo, el juez instructor deberá ordenar a la UCO que viaje a la República Dominicana, donde se sospecha que algunos de los implicados esconden su dinero.
Aldama asegura que Ábalos, mano derecha de Sánchez en el PSOE y en el Gobierno durante años, llamaba a éste cinco o seis veces al día y que el presidente era consciente de la trama, no se sabe si de parte o de toda, incluido el misterioso viaje de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, a Madrid, vulnerando la prohibición de entrada en Europa por parte de la Unión Europea.
Aldama no sabe lo que contenían las famosas maletas de Delcy, pero indicó que oro no era “porque se habría caído el avión”. Tampoco conoce del motivo de esa visita, que iba a durar cinco días, hasta que quedó desbaratada en Barajas. Y entre las personas citadas en la declaración, además de Sánchez y de su esposa, se nombra por diversos motivos a Marlaska, María Jesús Montero, Nadia Calviño, Ángel Víctor Torres (a quien Koldo le dice al declarante que hay que entregarle 50.000 euros, pero Aldama se negó, según su versión), Javier Hidalgo, CEO de Air Europa, y otras varias.
Aldama, a partir de ayer, dará mucho trabajo al instructor de la Audiencia Nacional y posteriormente al Tribunal Supremo, ya que las personas aforadas tendrán que ser juzgadas, en su caso, por este último tribunal.
El cerco sobre Pedro Sánchez se está estrechando, aunque su guardia pretoriana tiene la orden de declarar que sin pruebas no hay delito alguno. Tienen razón, pero las pruebas es muy probable que vayan a aparecer, sobre todo porque las evidencias son más que esclarecedoras. Y si Ábalos habla, mucho más. Y Ábalos está fuera de la disciplina del PSOE en este momento. Sánchez, lo quiera o no, está señalado en la vergonzosa trama de corrupción de su entorno.
Desde que se estableció la democracia en España, nunca un escándalo había salpicado tan fuertemente a un Gobierno y, desde luego, la capacidad de resistencia de Sánchez, aferrado al poder como una lapa, tiene que tener un límite. Incluso si él resultara inocente, las imputaciones le quedan muy cerca, en la persona de su propia esposa y de sus más íntimos colaboradores como era Ábalos y ahora lo es Santos Cerdán. A este último, ayer en el Congreso, con música de los niños de San Ildefonso, el PP le cantaba un número de la lotería y, a continuación, los 15.000 euros que percibió de la trama en un sobre, siempre según Aldama.
El rescate de Air Europa también apareció en la declaración de Aldama. No ayuda nada que Javier Hidalgo, su CEO, se encuentre en paradero desconocido y no haya atendido el requerimiento del Senado para que se presente a declarar ante una comisión, por lo que podría incurrir ya en un ilícito penal, al no haberse presentado. Hidalgo alega desconocimiento de esa citación. Parece que se encuentra en los Estados Unidos, pero con ese país basta una orden judicial de extradición para que sea devuelto a España.
Estamos hablando de mucho dinero de sobornos y mordidas y Aldama se presenta ahora como un empresario que ha sido víctima de chantajes para la concesión de favores: contratos, aplazamientos con Hacienda, etcétera. También ha dicho que Pedro Sánchez le conocía y que le había dicho que le agradecía los servicios prestados, lo que contradice la versión inicial de Sánchez, tan acostumbrado a mentir que ni siquiera recuerda a quién conoce y a quién no.
El juez puso esta misma noche en libertad a Aldama, con cargos, por decidirse a colaborar con la justicia. Una jugada maestra de su abogado, José Antonio Choclán, antiguo magistrado de la Audiencia Nacional y hoy uno de los mejores penalistas españoles. Nada más salir, dijo: “Si Sánchez quiere pruebas, las tendrá”. Pero cuando desperté, Sánchez seguía ahí.
