Sánchez debería visitar urgentemente a un especialista. Ayer, desde Bruselas, pocas horas después de que el Consejo Fiscal hubiera pedido por mayoría absoluta la dimisión del fiscal general del Estado, García Ortiz, igual que han hecho los fiscales del Tribunal Supremo y dos de las tres asociaciones de fiscales que existen en España, hizo unas declaraciones en las que pedía ¡la dimisión de Ayuso! “por ser la pareja de un delincuente confeso que defraudó a Hacienda”.
La insólita petición la hizo, visiblemente alterado, desde la capital de Europa, demostrando que sufre una obsesión enfermiza contra la presidenta de la Comunidad de Madrid. Ayuso no le tiene miedo y le canta las cuarenta al presidente del Gobierno, día sí, día no. Añadió Sánchez que la propia Ayuso “se ha podido beneficiar de esa situación (la de su novio) indirectamente”, en el colmo del disparate.
A Sánchez se le veía fuera de sí y seguía apoyando a su amigo el todavía fiscal general, imputado por el Tribunal Supremo y reprobado por la inmensa mayoría de sus compañeros. Ayer, en declaraciones al periódico El Día, de Tenerife, el ex fiscal general del Estado, el socialista canario Eligio Hernández, dijo tajantemente que García Ortiz debería dimitir de su cargo, tras la imputación del Tribunal Supremo.
La reacción de Sánchez es la de un hombre acorralado y desesperado, obsesionado con una mujer, Isabel Díaz Ayuso, que ayer en la Asamblea de Madrid le dio un repaso a él y a su fiscal, ante los aplausos de la bancada del PP. A Ayuso no le tiembla el pulso cuando tiene que machacar a un presidente del Gobierno que la cadena americana Bloomberg ha dicho, ocupándose por una vez de España, que está “contra las cuerdas”.
Sánchez añadió que Ayuso era la “jefa” de Feijóo, en un intento –absurdo—de dividir al PP. También acusó a Miguel Ángel Rodríguez, asesor de Ayuso, de propagar bulos, los bulos que han sido perseguidos por el fiscal. Y volvió la oración por pasiva de las mascarillas, la verdadera trama corrupta del PSOE, acusando al novio de Ayuso de lucrarse con ellas en la pandemia, cuando la UCO ha demostrado que el núcleo de la corrupción del PSOE ha estado en la compra fraudulenta de esas mascarillas.
Es esta una táctica muy extraña, pero habitual, del presidente: echar la culpa al PP de los pecados de su propio partido. Lo hace constantemente Sánchez para confundirlo todo y emponzoñar la política española, que está siendo el hazmerreir de los países de la Unión Europea.