Para la toma de posesión de Illa salieron de sus madrigueras ministros y ministras, sobre todo ministras, de Sánchez, todos con sus trajes de veranito y en primera fila. Puigdemont ha pasado a mejor vida y el tercer mosso detenido creo que ha sido puesto en libertad. El tiempo, aunque sea corto, en este país desmemoriado, cura todas las heridas. Hay quien dice que Puigdemont está todavía en España, aunque él dice que no, que se encuentra en Waterloo, en la casa de la república catalana que los belgas permiten. Da igual, Bélgica es una no/nación que estuvo dos años sin Gobierno y no pasó nada. España es la finca de Sánchez, hasta que se metan en ella los okupas y le hagan comerse sus propias normas. Sánchez no ha aparecido. Dicen que anda por Marruecos pero eso no lo saben sino los miembros de su Gobierno, y no todos, y los pilotos del Falcon. Hombre, si uno rasca lo saca. Otro huido de relumbrón es Zapatero, que no se sabe si recoge pepitas de oro en su mina del Amazonas o anda de merendola con Maduro en la umbría de Fuerte Tiuna. Venezuela acogió, en el Avila, a fugitivos de ETA. Casi todos eran carniceros, no por sus andanzas asesinas, que también, sino porque abrieron restaurantes de carne y los caraqueños iban los fines de semana a probar los guisos vascos, que no estaban nada mal. Iban y venían en un teleférico que no tiene fin. En el Ávila hay un hotel, que me parece que mandó a construir Pérez Jiménez y que yo cito en mi novela “Los gallos de Achímpano”. No la pueden comprar: está agotada. Uno de sus lectores más ávidos de esa novela fue Chávez. Se la hizo llegar una especie de amigo que Chávez tenía en Canarias y que de vez en cuando me visitaba para sacarme información, que naturalmente yo no le daba. Un buen día este hombre desapareció sin dejar rastro. Tenía mucho contacto con el consulado chavista en Canarias, con sede en Santa Cruz. La novela, que no tiene nada que ver con el chavismo, aunque sí con Venezuela y con el amor que siento hacia ese país, fue mostrada a la multitud de Caracas en uno de los interminables discursos de Chávez llamados “Aló, presidente”. Y mi amigo Morel Rodríguez, gobernador –creo que aún lo es— del Estado de Nueva Esparta (islas de Margarita, Cubagua y Coche) me recriminó que hubiera falseado su nombre y lo hubiera bautizado como Florisel Rodríguez. “Ese nombre es de marico, chico”, me dijo. Ya era tarde. No lo pude cambiar. Pero Morel dista mucho de ser un marico; todo lo contrario, le gustan las mujeres tanto como a mí. A ver si un día reeditamos la novela; yo creo que vale la pena porque retrata una Venezuela todo lo contrario de lo que es ahora. Pero sí una Venezuela que fue. Por cierto, Morel me distinguió con la Orden de Primera Clase de Francisco Esteban Gómez, la máxima condecoración que concede el Estado de Nueva Esparta. Fue un acto muy emocionante y guardo esa medalla, con banda y diploma, en mi vitrina de trofeos. Al siguiente día me puso una fragata de la Armada a mi disposición y pasé, con una novia venezolana, un día inolvidable en las playas de Cubagua. Muy cerca de la pequeña ermita en la que se venera una imagen diminuta de la Virgen del Valle.
martes, septiembre 10, 2024
Salieron de sus madrigueras
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