Han salido a la luz unas viejas fotos del rey emérito con la actriz y vedette Bárbara Rey, que en ese momento estaba como un tren y que es público y notorio que fue amante real. Pero yo la vi desnuda primero que don Juan Carlos, así que no se me monte nadie en la chepa. Hace muchos años, Ángel Millán, y yo de ayudante, le hicimos las primeras fotos en pelota a Bárbara Rey en la finca de mi abuelo, en La Dehesa, que le acabamos de vender al Loro Parque. Bueno, yo no cogí un euro porque lo mío se lo mama la Agencia Tributaria. Pusimos a Bárbara, en bolas, sobre una tonga de pinocha y no sé cómo una pinocha indiscreta no hizo de las suyas, pero las imágenes, muy estéticas, fueron portada de la revista Interviú y causaron sensación en toda España.
Me parece que entonces Ángel trabajaba para la sección de reportajes de la Agencia EFE, que es un maravilloso producto periodístico del viejo general, porque todavía –igual que los sindicatos— sobrevive al paso del tiempo. Ahora la revista Privé, holandesa, ha comprado al hijo de Bárbara Rey, Angelito Cristo, unas fotos de su madre y el emérito, dándose boquinazos probablemente en la casa que el antiguo Cesid habilitó al efecto, como se ha publicado hasta la exageración. Era un nidito de amor pero yo puedo decir, sin temor a equivocarme, que yo la vi primero. Así que en eso le saco ventaja a don Juan Carlos, que por cierto tiene todas mis simpatías y mi admiración como rey. Es muy difícil encontrar reyes sin amantes. Pero también es lo normal, digo yo. Hasta el soso de Federiquillo de Dinamarca coqueteaba con esa Genoveva mexicana, no sé si partidaria o no del mentecato de López Obrador, que tiene nombre de galán de telenovela: Andrés Manuel. Y casi todos los reyes hacen sus escapadas, no digo yo que el actual, porque son humanos y los humanos, aunque sean reyes, arrastran las debilidades naturales por las alfombras. Y las plebeyas también.
Así que cuando he vuelto a ver las fotos de Bárbara en la revista Privé me acuerdo de aquellos tiempos, recién muerto el viejo general, que ganaba al mes menos de 14.000 pesetas en el año 50. Yo ganaba 7.000 en el 70, en La Tarde, mientras estudiaba periodismo y trabajaba en el vespertino como ayudante de redacción. Era lo estipulado por la ley. En fin, que en algo me adelanté a un rey, aunque yo no disfruté de los placeres de la carne, como él. No sé qué tal se ha vendido la revista –críe usted hijos para esto–, porque me da que en Holanda el rey emérito de España no interesa un carajo, pero supongo que pronto, cerrada y muerta Interviú, aparecerá la edición española de Privé, porque nuestro viejo ¡Hola! no publica esas cosas, si acaso alguna falda menguante. Y porque nuestra vieja revista ¡Hola! Es el órgano oficioso de la Casa Real. Y a muchísima honra.