Las negociaciones diplomáticas entre Rusia y Ucrania han derivado en un acuerdo que suspende los ataques a infraestructuras energéticas y establece una tregua en el mar Negro. Sin embargo, el pacto, mediado por Estados Unidos, está condicionado por las demandas del Kremlin, que exige la eliminación de sanciones occidentales sobre su sector agrícola.
Este entendimiento llega tras tres días de intensas conversaciones en Riad, donde la incertidumbre y el pesimismo marcaron la dinámica de la negociación. A pesar del optimismo con el que Washington lo ha presentado, la viabilidad del alto el fuego sigue siendo incierta. No es la primera vez que se alcanzan compromisos de este tipo solo para ser violados posteriormente en el campo de batalla.
La sombra de las sanciones y el control de EE UU
El factor clave que podría decidir el éxito o fracaso del acuerdo es el papel de Estados Unidos. Washington ha asegurado que supervisará el cumplimiento del cese de hostilidades, aunque el documento final no especifica sanciones en caso de incumplimiento. También se ha comprometido a facilitar el restablecimiento de las exportaciones agrícolas rusas, lo que ha generado preocupación en Kiev.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha expresado su rechazo a cualquier concesión que debilite la presión sobre Moscú. En su declaración tras el anuncio, ha señalado que su país no participó en la negociación sobre las sanciones y que el compromiso estadounidense con Rusia no estaba en la agenda de Ucrania.
Por su parte, el Kremlin ha dejado claro que no implementará la parte del acuerdo sobre el mar Negro hasta que se levanten las restricciones al comercio agrícola y financiero ruso. En concreto, Moscú exige la reconexión de su banco agrario, Rosseljosbank, al sistema de pagos Swift. La insistencia de Rusia en este punto refuerza la impresión de que su interés en la tregua es más económico que humanitario.
Un pacto con muchas incógnitas
El acuerdo ha sido recibido con escepticismo por parte de analistas internacionales. La falta de un mecanismo claro para garantizar el cumplimiento del alto el fuego deja abierta la posibilidad de que se convierta en un mero formalismo sin efectos reales sobre el terreno.
Además, persisten dudas sobre la verdadera voluntad de las partes de respetar lo pactado. Mientras Ucrania ha advertido que informará a Estados Unidos de cualquier violación, el Kremlin ha evitado comprometerse a un desescalamiento sin recibir concesiones tangibles.
Más allá del aspecto militar, la negociación ha revelado la creciente influencia de Washington en la guerra. Aunque Donald Trump ha defendido este acuerdo como un paso hacia la paz, las concesiones a Rusia podrían interpretarse como un debilitamiento de la postura occidental frente a la invasión.
El tiempo dirá si este pacto marca el inicio de una salida negociada o si, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, es solo una pausa antes de una nueva escalada del conflicto.