
Sánchez, que ya no sabe qué hacer, quiere amonestar a Mazón, presidente valenciano, por estar comiendo, cuando la DANA, con una periodista en un restaurante sin cobertura de teléfono móvil, a la que iba ofrecer la dirección de la radiotelevisión autonómica valenciana. Maribel Vilaplana, así se llama ella, además, rechazó la oferta porque no le interesaba.

Ahora han arremetido contra Mazón y hasta con Maribel, que es una profesional que se reúne a comer con quien quiera y donde quiera. Estos socialistas son la leche, le quieren sacar punta a todo. Espero que el PP proteja a Mazón, que no es que sea demasiado popular en este momento, pero que pertenece al partido y no tiene ninguna responsabilidad en el origen de la catástrofe. Es cierto que en la gestión posterior hay responsabilidades. Desde luego, otras personas tienen muchas más. Lo que hay que hacer de una vez es cambiar la política hidráulica de Valencia y alrededores que hace años que clama al cielo. Porque estas tormentas en el Levante español se van a repetir, como ha sucedido antaño. Ahora mismo se anuncia otra DANA. Y arbitrar las medidas para que no nos salgan, verano sí, verano no, con lo de la pertinaz sequía. Que almacenen el agua y la canalicen adecuadamente hacia lugares también adecuados. Dicen que las presas están desfasadas, pues a ver dónde se almacena el agua. También le han caído encima a Maribel Vilaplana, que es una gran profesional y a la que no le hace falta la televisión valenciana para seguir haciendo periodismo y formando a periodistas. Se lo dejó claro a Mazón, en una comida de trabajo como tantas, sin ningún otro significado. Pero los sociatas disfrutan montando bulos gracias a Sánchez “el Bulerías”.

Cambio de asunto. Si quieren comer muy bien a un precio razonable, bien atendidos –por un robot, incluso— y una cocina muy bien elaborada, vayan al Bambi Gourmet, en la calle Enrique Talg del Puerto de la Cruz. Lleva muchos años abierto y cada vez se come mejor allí. Tiene una bodega fuera de serie. Y unos postres que te cambas. Yo fui a cenar el sábado con una amiga y salimos encantados de allí. Y eso que estaba a tope y sólo hay dos camareros, Daniel –el propietario, su esposa es la cocinera— y el robot Bella, que ustedes tuvieron oportunidad de conocer aquí, en Pipol.

Sigo cambiando de tema. Voy a echarme un lujo este mes y me voy a regalar un par de camisetas de Loewe y unos tenis de Gucci. Desde que atábamos los perros con longaniza no me permito un lujo de estos y voy a hacer la ruindad. Lo cuento para joder, porque no hay nada que despierte más envidias que las marcas. Te ven con unos tenis de Gucci y empiezan a decir por ahí que estás forrado, sin tener en cuenta de que lo que soy yo, en este momento, es un muerto de hambre, en el sentido literal de la palabra. Pues que le den por saco al mundo mundial. Como decía Alaska y Fangoria, “¿A quién le importa lo que yo haga?/A quién le importa lo que yo diga?”