Como indicaba oportunamente el ex presidente del Gobierno de España, Felipe González, cuando un dictador se va de un país sólo se lleva a los que caben en el avión. El resto se queda. Esto va directamente por Maduro, que el día 10 puede resultar internacionalmente declarado presidente ilegítimo de Venezuela. Y si toma un avión con destino a Moscú o a otro país, sólo se podrá llevar a los que quepan en su aeronave. Porque el dinero ya lo tiene fuera. Los demás se quedan en Venezuela, a no ser que sean más aviones los que partan hacia el exilio. Un puente aéreo.
La otra alternativa, si Edmundo González Urrutia se decide a acudir a la toma de posesión como legítimo presidente del país, sería un baño de sangre porque la gente se va a echar a la calle y el ministro del Interior, responsable de la Guardia Nacional, es el sanguinario y narcotraficante Diosdado Cabello, al que no le temblará el pulso a la hora de rechazar violentamente a los manifestantes, por muy pacíficos que estos sean.
Venezuela se hallará, cuando llegue el diez de enero –quedan ocho días desde que redactamos esta información–, en una alternativa difícil. La inmensa mayoría –el 70% de los electores— que ha votado a González Urrutia no puede permitir que Maduro se instale en el poder, de nuevo, habiendo perdido. Hace falta paciencia para conseguirlo, pero inevitablemente muchas de esas personas, lideradas por María Corina Machado, se echarán a la calle. Un pueblo está claro que puede derribar un régimen. De hecho, siempre ocurre así, ya sea en las urnas o por una presión popular insistente, si las urnas no dan resultado. A esto último se le llama revolución.
El pueblo de Venezuela, empobrecido y cansado, se ha convertido en un pueblo en diáspora. Millones de venezolanos se han exiliado, ante la imposibilidad física, económica y moral, de seguir viviendo en su país. Y esto no lo aguanta nadie. Venezuela ha tenido en su historia las suficientes dosis de democracia y de libertad para no resignarse al agobio de una dictadura atroz. Y, tarde o temprano, va a reaccionar a las embestidas de los sátrapas que la gobiernan.
El día 10 será el gran día. Si Maduro logra tomar posesión, a pesar de la condena internacional –menos de dos países, gobernados por idiotas, México y Colombia–, la nación caribeña puede sufrir un bloqueo económico internacional, el empobrecimiento y el hambre. Se suprimirán las importaciones y existirá una condena unánime y unas represalias económicas que serán insuperables para los chavistas. A pesar de que exista gente como Zapatero, el agente de Maduro que cobra por evitarlo. Si los norteamericanos dejan de comprar crudo venezolano para su reserva estratégica, se acabó. Si Europa deja de recibir productos venezolanos, también se acabó. Si la Unión Europea –su Parlamento ya lo ha hecho— reconoce a González Urrutia como presidente legítimo, igualmente se acabó Maduro.
Que piensen en esto quienes lo apoyan y quienes sostienen un régimen amortizado como es el chavismo, incluso los militares, sostenidos por el Estado a fuerza de prebendas inusitadas. Desde que la primera guarnición se rebele, se producirá una cadena. Es cuestión de tiempo, cuestión de esperar. Ni siquiera Cuba está dispuesta, ni tampoco en condiciones, azotada por la hambruna y la pobreza, de acoger a los que salgan corriendo de Venezuela, huyendo de la quema.
¿Resistirá Edmundo González el miedo a ser detenido y torturado y las más que posibles represalias contra su familia? Este es otro cantar. Él ha dicho que estará en Venezuela el día 10 y mi obligación, no sé si la de ustedes también, es creerle. Estén muy atentos, porque ese día será crucial en la historia reciente de Venezuela.
