
Vamos a ver. Un muerto en una pelea en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, un hombre que se sube a un escenario del Carnaval de Santa Cruz y se ahorca, suceso bajo investigación; un secuestro de madre e hijo en Las Palmas, un atraco a un furgón blindado en La Ballena (Gran Canaria), un homicidio por apuñalamiento en Valle Gran Rey (La Gomera). ¿Pero qué pasa aquí, caballero? ¿Qué está ocurriendo en Canarias, jardín ideal siempre en flor? ¿Es que hay demasiada gente, que la situación se nos va de las manos? Porque en los periódicos de las islas del siglo pasado aquí no se hablaba sino del asalto al tranvía en la curva de Gracia y con ese asalto tuvieron los periódicos para años, dándole vueltas al suceso como si fuera un garbanzo en la boca de un viejo. Pero, coño, llevamos una temporadita que agüita. Y me preguntan a mí por qué no salgo de mi casa, pues porque tengo miedo y eso que vivo en uno de los pueblos más tranquilos del mundo, que cuenta con Policía Nacional, Policía Local, patrullan constantemente y está lleno de extranjeros pacíficos que vienen en son de paz, a descansar y a ver pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá. En serio, estoy preocupado por la ola de violencia que casi siempre traen las cargaceras y la droga y otras veces las rencillas viejas.

Ayer, los periódicos daban como una gran noticia el cruce de insultos callejeros entre dos buenas personas, un cargo del PSOE en el Puerto, Zebenzui González, una persona agradable y cordial, y el concejal de Asamblea Portuense, actual primer teniente de alcalde, David Hernández, al que le tengo afecto porque creo que es un buen chico y una persona honrada. Miren, déjense de estupideces, dense un apretón de manos, porque si la cosa llega a los juzgados, no sale nunca de ellos. No sale, porque estará el juez, o la jueza –que ya hay muchas más juezas que jueces—, llamando uno o dos años a testigos y luego todo acabará en una multa a uno o a los dos o a ninguno y se reducirá el tema en determinar quién empezó primero. Todo el mundo sabe por lo que fue, una tontería, y en los asuntos familiares es mejor no meterse, porque generalmente los resuelve la lógica. ¿Exagerado por parte de los periódicos? Sí, los periodistas de hoy en día siempre están buscando sangre donde no la hay. Y, al final, cuando el juez –o la jueza— dicte su veredicto, ya nadie se acordará de lo que ocurrió, que gracias a quien sea no pasó a mayores, no hubo violencia física y aquí todos tan amigos. No vale la pena y menos tratándose de dos personas conocidas. El Puerto, ya lo dijo el gran Marcos Brito, grandísimo alcalde, paz descanse, como toda ciudad ribereña, marinera y pescadora, es maledicente y chismosa, lo sé yo también por experiencia, y le privan estas cosas para poder darle al bistec constantemente. No olviden que hay un dicho que reza: “¡En lenguas del Puerto te veas!”, aserto que repiten sus gentes constantemente.

Bueno, sigo con la ruta. Ayer fui a comer las mejores papas fritas con huevos fritos del mundo, en un pequeño restaurante que está junto a la obra del Gran Hotel Taoro. Y me detuve a ver los trabajos en el hotel, que se está reconstruyendo por completo por parte de su concesionario, el Grupo Polanco. Desde luego, va a quedar una maravilla, pero querían terminarlo en abril y ni de coña. Si está para la próxima Navidad ya sería un éxito. Ahora, esto le dará al Puerto de la Cruz una fuerza impresionante, una categoría enorme, le devolverá el viejo esplendor que siempre tuvo, desde hace varios siglos, como receptor de turismo de alto standing. La patria de los Iriarte, de Agustín de Bethencourt, del pintor de Corte don Luis de la Cruz, del médico humanista Isidoro Luz, de Victoria Ventoso, de la pintora Eva Fernández, de la que hablaremos pronto porque a ella está dedicado el número 86 de la Biblioteca de Artistas Canarios que dirige mi amigo Carlos Díaz-Bertrana. Eva fue la esposa del gran pediatra doctor don Diego Guigou y Costa, cronista oficial del Puerto de la Cruz y autor, entre otros, de un gran libro, “El Puerto de la Cruz y los Iriarte”, que tengo en mi biblioteca dedicado por su autor. Lo he citado en alguno de mis libros, creo que en “El Puerto de la Cruz en blanco y negro”.