Siendo yo flecha, a comienzos de los sesenta, acudí, más bien me llevaron porque yo ni siquiera sabía bien quién era el caudillo, a la inauguración de la estatua dedicada a Franco, en la confluencia de la Rambla con la Avenida de Anaga, en Santa Cruz. Fue un acto multitudinario. La escultura, de Juan de Ávalos, es bellísima y no parece aquel el careto ni el cuerpo del general Franco. Representa a un ángel, si no me equivoco, aunque cuando uno se acostumbra a las estatuas no las mira, a lo largo del tiempo, sólo aprecia un bulto sospechoso. Y como Franco no era, ni mucho menos, un angelito, a mí me parece bien, qué quieren que les diga, que la estatua de Franco, el Valle de los Caídos y las madres que los parieron se dediquen a la concordia entre los españoles, que es lo que no quieren los que arriman a su sardina el ascua de odio de la memoria histórica, que son unos cretinos. O sea que, desde mi posición infantil de flecha de la OJE –creo que se llamaba flecha, o a lo mejor era cadete, o arquero—, yo hago votos porque dejen la estatua en su sitio y pongan un cartel bien bonito que diga que no más guerras inciviles, ni más confrontaciones interesadas entre españoles, que ya está bien, y que ya hemos hecho bastante el ridículo ante la historia. Porque la idiotez no tiene partido definido: hay idiotas en el PSOE, en el PP, en Bildu, en los independentistas catalanes, en Vox y en el PNV. No digamos en Podemos. Hay más idiotas en España por metro cuadrado que los que uno quisiera tener a su alrededor. Y más idioteces. Por ejemplo, todavía no está arreglado el emisario de Playa Jardín, así que la única playa del Puerto de la Cruz sigue cerrada.
La noticia aparece ya en la prensa extranjera, especialmente en la inglesa. Si estos munícipes de ahora quieren arruinar al Puerto del todo, que no le metan prisa al Cabildo y que todo se quede como está. Se quejaban del PSOE pero me da que estos son más matados todavía, porque cada día que pasa es una sentencia de muerte para el Puerto como destino turístico. Por cierto, ninguna reacción oficial a la plaga de ratas que por la noche sale a pasear en el Puerto de la Cruz. Dos puntos de espectáculo: los contenedores de la esquina de la calle Zamora, junto al edificio del Banco Sabadell, y la ermita de San Telmo, donde, cuando paseas, van saltando las ratas entre tus pies. Como a alguna se le escape un mordisco, ya verás. Parece que lo que se dice aquí no tiene efecto alguno, lo cual me hace pensar que hay pocas ganas de trabajar y que se presentan a los cargos para cobrar y para pasarse el pueblo por el forro de las pelotas.