Puede que a ustedes les parezca un oxímoron, pero a la ministra Alegría se le ha puesto carita de tristeza. No habla bien, se enrolla, ha perdido la memoria de aquella aciaga noche de Teruel, se arma un lío entre Ábalos y Bolaños y, desde luego, no ha leído los discursos de Castelar. Le dan baños oratorios en los escaños de la cámara y en las comisiones y pronto la pondrán en apuros en las ruedas de prensa de los consejos de ministros, porque ya se han producido amagos. No le falta sino llorar. La ministra Alegría está triste, aunque parezca un oxímoron, como lo es la nieve negra. Me imagino que ustedes han observado el rictus amargo de Pedro Sánchez, disfrazado de Diógenes cínico y azul, como el gato de Roberto Carlos, en su escaño gubernamental. Pero ni todo el cinismo que aportó Diógenes a sus seguidores, que no eran muchos, será capaz de aguantarle la silla a Sánchez, que en mi opinión está bastante tocadito, a pesar de la cara dura que tiene y de sus teorías sobre la resiliencia, palabro que él aprendió hace poco, pero que parece como si la hubiera aportado él mismo al diccionario. Esta España de Sánchez es un desastre. Sánchez, insultando a sus compañeros de partido, comportándose con maneras de dictador, aferrado al poder como a un clavo ardiendo, urdiendo estrategias a la desesperada para seguir un ratito más en el cargo, salpicado –presuntamente— por la corrupción de su entorno político y de su familia, sin la tranquilidad debida para acometer con éxito la dirección de un país, que ni siquiera cuenta ya con aparente mayoría parlamentaria por sus engaños a Junts, que lo tiene cogido por salva sea la parte. Este es el Sánchez de ahora, que acude al Congreso sólo cuando no hay más remedio, que no puede salir a la calle porque lo odian y lo abuchean y al que mantienen en el cargo las legiones de paniaguados socialistas, miembros del más miserable pesebre de la Historia de España. En fin, que no hay lugar para el optimismo socialista porque hasta los propios individuos al mando –por ejemplo la pájara y los demás— no deben sentir en este momento muchas simpatías por Sánchez y sí por las prebendas que les da o les ha dado el poder. En fin, que esto es un desastre. Se ha cavado su propia tumba. Qué asco de país, Diógenes.
miércoles, 18 junio,2025