A no ser que Conde-Pumpido haga otra vez el salto del tigre y se convierta de nuevo en presidente de un tribunal de casación, Puchi, Puigdemont para los catalonis, no puede venir. La ley de amnistía de su amigo, el guapito de La Moncloa, resulta que no sirve para el delito de malversación y vaya usted a saber si tampoco para el de desobediencia. Él y dos más se tienen que quedar en Extranjeria, que es como llamaba Pepe Monagas a los países que no fueran España. En los Campos de Don Eliseo, o pallá, como decía el mismo personaje inolvidable de Pancho Guerra. Si Puigdemont no puede venir con la ley de amnistía no le vale de nada apoyar a Sánchez en el Congreso para que permanezca, o sea que la pelota, bien jugada por el Tribunal Supremo, está en el despacho del juez Llarena, que va a mantener las órdenes de detención, que aunque Europa no les hace caso, la Guardia Civil, sí. Y Puchi no podrá poner un pie en la frontera porque empezarán a moverse las gorras y los galones y las esposas y sería llevado derechito al juez, como cualquier individuo que vulnere las leyes, que huya de la justicia y que cometa presuntos delitos. Una ley de amnistía no debería ser nunca una norma de impunidad, o una ley para permitir seguir en el poder a uno que me da que acabará mal, por su persistente intención de sobrevivir a fuerza de retorcer las leyes y el poder que le otorgan las urnas. Así que el verano, que por fin sigue su curso, juega en favor de Sánchez, pero en cuanto llegue septiembre y Puchi se dé cuenta de que no puede regresar a España (él dirá a Cataluña), montará en cólera y retirará sus votos al marido de Begoña. Yo lo he advertido: esta familia y algún que otro colaborador necesario pueden acabar en un banquillo. Y es muy duro para el culo; yo me he sentado.
lunes, septiembre 9, 2024
Puchi no puede regresar
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