Leía en estos días una frase que se repite en mi cabeza: “a veces la estupidez se demuestra abriendo la boca y se prolonga con el silencio”.
Me gustó esta frase, siento que tiene mucho que ver con lo que hoy estamos viviendo; en una era donde lo importante es “cuánto tienes, cuánto vales”, donde lo importante no es deber, sino cuánto debes, donde presumimos de cuánto hemos viajado para poder demostrar el nivel de vida que tenemos, donde darle al dedo y pasar reels es estar informado… En esta época más que nunca demostramos nuestra estupidez abriendo la boca para pedir que venga alguien a cambiar las cosas, pero guardamos un silencio prolongado ante la desfachatez y la poca vergüenza de quienes nos gobiernan, ante esos a los que hemos votado.
Que se riegue de millones y subvenciones a organizaciones no gubernamentales con dinero público, para que obedezcan, no nos hacen abrir la boca y decir basta ya de tanto robo en nuestras propias narices. Todos aceptamos como “normal” que se creen chiringuitos destinados a robarnos a manos llenas, pero prolongamos el silencio del consentimiento y de la aceptación de que ocurra; ni siquiera pensamos cómo se crean organizaciones no gubernamentales, que realmente dependen del dinero público, y por tanto, de quien les da el dinero, para operar. Dependen, esas organizaciones no gubernamentales, del gobierno de turno que les da la subvención, de quien les dirige el criterio de actuación, de quien los coloca a dedo por conveniencias propias y de quien las maneja a su antojo. Cierto es que crean puestos de trabajo y que los que están a pie de calle en cada una de estas organizaciones no gubernamentales, asociaciones o fundaciones son personas con moralidad y dignidad, pero por encima de ellas hay otros intereses que hasta les impiden ejercer su trabajo con profesionalidad.
Que se nos calle la boca con ideas absurdas regadas de millones, donde estamos todos expectantes para saber quiénes serán los agraciados con los millones, para convencernos de que ir en bicicleta es lo más ecosostenible y maravilloso del mundo, en unas islas donde se sube y se baja, me tiene abriendo la boca. Y seguro que prolongaré el silencio cuando, al igual que pasó con el coche eléctrico, hayan repartido las subvenciones y empiecen a notificar que está fuera del cupo las solicitudes de los muchos que queremos comprarnos esa bicicleta subvencionada. En ese momento seguro que ya no veré tan beneficiosa la propuesta novedosa realizada por unos de los mayores estafadores de la historia. Y prolongaré el silencio preguntándome si realmente ha habido algún agraciado.
Porque ha pasado hasta con la lotería. El Tribunal de Cuentas ha manifestado que se han repartido 2.000 millones en premios a unos aproximadamente 40.000 premiados no identificados, agraciados por la Lotería Nacional, a los que Hacienda no tiene controlados; y abrimos la boca ante tal estupidez y ante el clamoroso silencio de Gobierno y oposición, pero prolongamos el silencio cuando vemos cómo nos controlan hasta el bizum y en la televisión vocera (regada de millones de dinero público también) se nos indica cómo actuar para no equivocarnos en nuestros pasos a seguir y las limitaciones que tenemos que cumplir; no obstante son unas 40.000 personas aproximadamente, las que, seguro, no ven esta televisión (de borregos) y cuando han ido a cobrar su premio no han tenido que identificarse.
Y es que la estupidez se demuestra abriendo la boca y se prolonga con el silencio, como siempre ocurre cuando hablamos de políticos y de voceros de un sistema que cada vez puede ocultar menos el estado de putrefacción en el que se encuentra y en el que todos nosotros, con nuestro silencio, prolongamos también. Y consentimos.