Potaje nacional

No tengo ni idea de a dónde vamos a parar, ni nosotros ni el mundo. Pero veo a este país en estado de shock. A lo mejor son cosas mías, luego no pasa nada, todos tan contentos y tenemos sanchismo para rato. El mundo es de los osados y Sánchez tiene la cara de cemento. No digamos su fiscal general, que al más puro estilo de las repúblicas bananeras, desoye los consejos de sus compañeros y defiende y hace suyas las bondades de la ley de amnistía dictada por los propios interesados y propuesta por un Gobierno Frankenstein. Pero en el PSOE nadie se mueve y el que lo hace, pues lo hace de forma muy tímida, como García Page. No es inocente el PP. Recuerden que a Rajoy se le coló en el Ministerio de Economía, con el añadido de Hacienda, un tal Montoro, que resultó ser un comunista –o eso dicen— que arruinó a los españoles. Él no, él no se arruinó, porque tenía una sicav, y al que molestaba le mandaba la Inspección de Hacienda, táctica habitualmente usada por Maduro y otros demócratas de América Latina. Montoro es tan feo que asustaba cuando te miraba fijamente y fue el terror de algunos periodistas que no le gustaban al PP. Al final todos acaban utilizando los mismos métodos. Es lo que nos ocurre por vivir en un país de pícaros y de inmorales. Bueno, pues en el potaje nacional, con el fiscal general actuando en la pista, en pleno mes de la renta, y con Sánchez anunciando unas normas que aten bien a jueces y a periodistas, lo que uno siente es frío. A Sánchez no se le conoce moral y a García Ortiz, por lo visto, tampoco. Son los personajes del momento. No se los pierdan ustedes. Lo de menos es la mamandurria –presunta— de Bego y de su hermanito músico. Parte de eso ya pasó a Europa y dormirá un plácido sueño, porque allí hay amiguetes. Más que aquí, incluso.