
¿Por qué Leopoldo, el alcalde, y Marco, el jefe de la oposición en el Puerto de la Cruz, no se meten en el agua, con los Meyba, como Fraga en Palomares, cuando las bombas atómicas, a ver si cogen ladillas culeras u otros males derivados de una infección por estafilococos, bacterias muy jodidas de quitar? Así se acaba la polémica sobre si la mierda que suelta el emisario daña el agua o no daña el agua del mar.

Si salen del océano con rozaduras y cizalladuras diversas y escaras en los pompis –vulgo, culos– es que la cosa está mal; si salen limpitos, blanquitos como cochinos, es que no hay que alarmarse. Así se acaba la polémica y no nos vuelven locos en Internet. La política en el Puerto de la Cruz siempre ha sido muy complicada. Ayer yo llamaba a la calma tras la discusión airada de un dirigente del PSOE y un concejal gobernante, en la calle de San Felipe, que es una calle recta que termina en el cementerio. Hay que calmarse, no hay que ponerse nerviosos. Hay que serenarse y dar ejemplo de sensatez a la población civil (porque militar no hay). Si uno se tiene que meter en el agua para ahuyentar los bulos, que se meta. Si salen los señores concejales, y el alcalde, con un tolondrón de mierda en el cogote es que contaminación, lo que se dice contaminación, la hay. Porque no existe nada que –más que un notario—dé fe de la presencia de la mierda que un truño como zarcillo. Si un dirigente se tira al agua en Palomares para demostrar que no hay contaminación nuclear, los ediles locales del Puerto de la Cruz deben imitarlo para comprobar que el truño se ha marchado a tomar por culo. Y ya está.

A ver, qué dice el señor Pestana, que es el delegado del Gobierno, de la aparición de un preso canarión fugado de la cárcel de Ghana, buscado afanosamente por la Interpol, ¡en Medellín!, Colombia. Se llama Raúl D. y se mandó a mudar de Ghana, con destino a Venezuela y de ahí a Colombia, donde ha sido detenido para su extradición, no sé si a Ghana o a España, vete tú a saber. Por mí que a Ghana. Bueno, Pestana no tiene nada que decir, sino felicitarse por el hallazgo y detención del prófugo. Pero sí tiene y debe opinar de otro secuestro en Siete Palmas, del que se sabe poco, ocurrido en estos días, cuando testigos vieron meter a un tío a la fuerza en una furgona, que desapareció como una bala. La policía anda tras los secuestradores, pero del secuestrado no sé nada. El otro día, en un periódico local, leí cómo narraban un suceso y todos eran presuntos, hasta el juez de guardia. Es como aquel chiste de Chiquito de la Calzada que decía que había un abogado tan malo, tan malo, que en el primer juicio que tuvo ¡el jurado condenó al juez! Si hace 50 años que le mamaron las joyas a la Virgen del Pino, ¿por qué está Canarias 7, erre que erre, con el mismo tema? Cincuenta años después, ¿quién va a resolver el misterio, la Meretérita? Pue no lo creo. Las joyas estarán ya más fundidas que el volcán de Cumbre Vieja.

Bermúdez, que no me parece un hombre monárquico, se ha retratado con Bárbara Rey en la promoción de Dormitorum. Mi amigo Alexis, propietario de la famosa marca de colchones del mismo nombre –yo duermo en un Colossus magnífico—, ha contratado a Bárbara Rey para la promoción del colchón –algo muy propio, porque Bárbara retozar, lo que se dice retozar, sí ha retozado— y ahí estaba Bermúdez en la foto con Bárbara, de pie, eso sí, a la que mi amigo Ángel Millán, en mi presencia, retrató desnuda, encima de una pila de pinocha, en la finca de mi abuelo en La Dehesa; y fue portada de “Interviú”. No, es lo que yo digo, Pestana, estamos en una región pacífica, perdida en el Atlántico. Y para los que están viendo La Promesa –¿es en TVE?–, hago spoiler: Ella muere. Es lo que decía Crespo en su cine, cuando se equivocaba con los rollos de película y proyectaba el final al principio y el principio al final. Ante el cacao mental de los espectadores, Crespo salía al escenario y, en medio de una lluvia de hortalizas, anunciaba solemnemente el final: “Ella muere”. Pestana, esta es una tierra de promisión. Para rematar la faena: la municipalidad de Arona repartirá miles de pulseras antidrogas en el Carnaval tardío de Los Cristianos, que como se descuiden se unirá con la Semana Santa. Y así saldrán a la calle la Negra Tomasa al lado de la Verónica. Se mete el dedo en la bebida, se frota con la pulsera y si aparece un color determinado (léanse las instrucciones) es que te han metido droga en la copa. Meter el dedo en la bebida es una cochinada, pero peor es que te adormezcan con farlopa y vete tú a saber. Esta es una comunidad tranquila, señor Pestana, lo de las pulseras de Arona, que es un experimento mundial, es excesivo. ¿O no lo creen así?