No sé por qué tiene tanto miedo Bego de acudir al juzgado del juez Peinado. Ni tampoco por qué cada miembro del Gobierno que es preguntado se convierte en su abogado defensor. Bego Gómez, la hija de Sabiniano, paz descanse, el dueño de las saunas gays, es una ciudadana normal. Lo que pasa es que circunstancialmente vive en La Moncloa, por su relación marital con Perico Sánchez que está ahí el hombre instalado, hasta que el pueblo diga lo contrario. Pero Bego no es un personaje con cargo oficial, está sometida a la justicia ordinaria de juzgado raso, como cualquier españolito, y el juez tiene la obligación de considerarla como una igual ante la ley que todos los demás, como lo está haciendo y además de una manera ejemplar. Con plenas garantías. Incluso dejando que acceda al edificio por el garaje, lo que ya es un distingo pero menor, en virtud del tumulto que despierta. Cuando a su esposo le acusen de copiar la tesis doctoral y de otros delirios, una vez que deje de ser presidente del Gobierno, también entrará por la puerta delantera, porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Pero esos alardes de helicópteros, de 200 policías, de suspensiones de vistas judiciales y de alteración de la vida ordinaria de los juzgados por el hecho –nimio—de que Begoñita acuda a declarar, porque el que la hace la paga, pues no es propio de una democracia avanzada. Tampoco lo es que la mujer del presidente se dedique a chanchullear con las cátedras chimbas, para qué vamos a decir lo contrario. Así que, Bego, no tengas miedo. Tú vete a declarar, como si fueras a darte una sauna en el negocio de papá, paz descanse, como si viajaras al Coto de Doñana con Perico y sus ministros, a disfrutar del patrimonio de los españoles. Y ya está, quédate tranquila. Ya habrá tiempo para subirte al Falcon y comer el caviar al que te invitamos los españoles cada vez que acompañas a Perico por ahí, casi siempre para nada.
miércoles, diciembre 11, 2024