Serán 1.000 los delegados que, en principio, iban a aclamar a Pedro Sánchez el fin de semana, en Sevilla. Pero a lo mejor, el congreso se le tuerce al sátrapa de La Moncloa. Porque no sé si estarán de acuerdo en la aclamación algunos barones socialistas. Como el castellano-leonés Luis Tudanca; o como el andaluz Juan Espadas; o como el extremeño Miguel Ángel Gallardo; o como el aragonés Javier Lambán; o como el castellano-manchego Emiliano García Page. Y sus correspondientes séquitos.
La corrupción no suele cortar cabezas en España. Es más, la corrupción en España, por lo común, se tolera. Y no tiene en las urnas los efectos que debería tener en un país democrático. Pero, claro, Santos Cerdán, número dos de Sánchez en el partido, por ejemplo, no parece el mismo antes o después de saberse que recibió un sobre de Aldama con 15.000 miserables euros por los favores prestados (según la versión de Aldama).
El PSOE ya no existe. Como hemos publicado aquí, existe el Sanchoe, que es un partido que ha introducido en Europa la dictadura de Daniel Ortega y de Nicolás Maduro. Es un partido vergonzoso en la democrática Europa, que incluso le hace el juego porque hay ciertas afinidades personales entre la ama de casa que gobierna en el viejo mundo, Ursula von der Leyen, y el sociópata que preside el Gobierno de España, Pedro Sánchez.
En cuanto Europa se entere –que todavía no se ha enterado— de las formas de actuar de Sánchez, éste perderá su favor. Es sólo cuestión de tiempo. Pero a mí lo que me intriga del congreso del fin de semana en Sevilla es si Sánchez logrará el aplauso general, como el otro día en el congreso de los vagos de la UGT.
O si habrá disidencias, sobre todo con lo de Lobato de por medio, que el viernes declarará en el Supremo en el caso de las “filtraciones fiscales” sobre novio de Ayuso y las maniobras del entorno de Sánchez (y del propio Sánchez, probablemente), recogidas en un acta notarial. A Lobato no pudieron sorprenderle porque creo que es un experto en asuntos de Hacienda y se cubrió las espaldas.
Ahora los suyos lo quieren defenestrar, por chivatín, pero él irá a Sevilla con sus huestes. Lo pretenden suspender de militancia, pero no pueden por algo que creó Sánchez para blindarse él: la dirección del PSOE tiene vetado, por estatutos, ponerlo en la calle y sólo la militancia tendría la capacidad de cargarse a Lobato. ¡Por dejar constancia de una trama de su partido ante notario!
La obsesión enfermiza de Sánchez contra Ayuso raya ya en la esquizofrenia. Parece que la ve como una rival imbatible: su enemigo no es Feijóo, es Ayuso. Y esto dice mucho de cómo está la cabeza del todavía líder del PSOE, o del Sanchoe, hablando con propiedad.
