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domingo, 18 mayo,2025

¿Podemitas Unidos? No conocen el concepto

La limitación de mandatos, uno de los pilares éticos que Podemos defendió con fervor en sus inicios, se ha convertido en un obstáculo incómodo para su cúpula dirigente. Lo que en su momento fue un compromiso con la regeneración democrática ahora se enfrenta a su mayor prueba: Irene Montero y otros altos cargos del partido superarán los 12 años establecidos como máximo, viéndose obligados a solicitar una prórroga a la militancia para mantenerse en sus puestos.

El caso de Montero es paradigmático. Desde que entró en el Consejo Ciudadano en 2014 y posteriormente en la Ejecutiva en 2015, su presencia en la dirección de Podemos ha sido constante. Con el nuevo periodo que pretende asumir, acumularía hasta 15 años en la cúpula, desafiando el espíritu original de la norma que buscaba evitar la perpetuación de dirigentes en el poder. Sin embargo, ella no es la única. Ione Belarra, actual secretaria general, se enfrentará a un dilema similar cuando supere los 12 años como diputada.

La contradicción es evidente. Podemos adoptó estas reglas como una seña de identidad frente a la política tradicional, denunciando el enquistamiento de dirigentes en las instituciones. Sin embargo, con el paso de los años, la formación ha ido flexibilizando estas normas, añadiendo mecanismos que permiten sortear los límites en base a consultas internas. En 2020, durante el tercer congreso del partido, Pablo Iglesias introdujo una cláusula que permite prorrogar estos mandatos más allá del umbral de los 12 años con la aprobación de las bases, abriendo la puerta a una posible permanencia indefinida.

El problema no es solo de Montero o Belarra. Otros cargos relevantes como Pablo Fernández, Javier Sánchez Serna y Noemí Santana también se encuentran en la misma situación. Para ellos, la estrategia parece clara: reinterpretar los mandatos como roles distintos dentro del partido para justificar su continuidad. Así, lo que en un principio se concibió como una excepción se ha convertido, en la práctica, en la norma.

La cuestión de fondo es hasta qué punto Podemos sigue fiel a sus principios fundacionales. ¿Se trata de una necesidad organizativa o de una maniobra para consolidar un liderazgo sin relevo? La militancia tendrá la última palabra, pero el precedente ya está marcado: el partido que nació para desafiar las estructuras de poder tradicionales parece haber encontrado su propia fórmula para perpetuarse en ellas. ¿Podemitas unidos? No parece probable, porque no conocen el concepto de unión.

Gabriel Suárez
Gabriel Suárez
Redactor de El Burgado, estudiante de Periodismo en la Universidad de La Laguna, directivo de la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas, Vicepresidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de La Laguna y colaborador en programas de televisión y emisoras de radios

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