Ayer, Miguel Zerolo Valderrama, abogado, casado con la maravillosa Antoñita Aguilar, cumplió 100 años. Rodeado de sus siete hijos, Maucha, Miguel, Javier, Fátima, Nacho, Carlos y Pipo, festejó como se merece el centenario y se comió una tarta que sabía a gloria, amén de soplar las velas de rigor. Todo fue en su casa, donde Miguel se siente cómodo. Estaba feliz, porque a la corte de hijos se unieron algunos nietos y aquello resultó un jolgorio notable. Ahora, a esperar sólo un poquito para que también Antoñita los celebre. Qué maravilla, un siglo de vida, una vida ejemplar, unos hijos estupendos, una familia que tiene motivos para sentirse orgullosa de sus padres. Fue un día grande para un chicharrero cabal, que sabe quiénes son sus amigos, con una capacidad envidiable para decir lo que piensa y no callarse nada y un hombre capaz de mandar a la mierda a quien le incordie sólo un poquito. Que le lean estas líneas, o que las lea él, porque con ellas va mi respeto, mi admiración y mi cariño. Un abrazo, Miguel, y a por otros 100 para que te llamen Matusalén y tú te cagues en sus madres. Breve visita, ayer, con Félix Lam, al Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, donde el alcalde, Leopoldo Afonso, recibió al fotógrafo y confidente de Celia Cruz, que como queda dicho está pasando unos días en el Puerto de la Cruz. El fotoperiodista, de 84 años, le entregó al alcalde la moneda de 25 centavos que el Gobierno de los Estados Unidos ha lanzado en homenaje a la artista. No sé si conté ayer que las que salen al mercado del dinero en los Estados Unidos la gente las guarda y la Reserva Federal ha tenido que poner en circulación otros dos millones de dólares en monedas de 25 centavos, en una nueva edición. Bueno, muy grata la conversación con el alcalde, que según me cuentan ha heredado una papeleta en el Ayuntamiento. Se encontraron con telarañas en los cajones de los despachos de los concejales que dejaron sus cargos. Bueno, suele pasar. Se cuenta aquello de un presidente español, no me acuerdo quién, si fue Suárez, que se encontró, al llegar a la Presidencia, con una caja fuerte cerrada. La hizo abrir y cuando vio lo que había dentro se encontró, con sorpresa, que sólo estaba ¡la llave de la caja! La habían cerrado (los del viejo régimen) con la llave dentro, ni un solo papel.
Este país no tiene remedio, esto lo sabe usted y lo sé yo, lo sabe todo el mundo. No han pasado demasiadas cosas, así que cerraré hoy pronto esta vaina. Félix recibió como regalo del alcalde portuense una lámina firmada por César Manrique y un libro sobre la vida y la obra del ingeniero Agustín de Bethencourt. Y una pequeña escultura de la pescadora del muelle, que es la más popular de las que se exhiben en las calles de la ciudad turística portuense. Me enteré ayer que Javier, hijo de mi amigo Rosendo, es concejal de turismo de mi pueblo. Ya no me entero de los sucesos del Puerto tan rápidamente como antañazo, pero, en fin, aquí estoy.